Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

El cachorro

 

Francisco Nicolás Gómez Iglesias tiene quince años y quiere ser alguien en la vida. No un enfermero, un abogado, un carpintero o un notario, cuidado. Quiere ser alguien importante, con influencia, con poder, con perras. Quiere tener mano, codearse con las alturas y ganar dinero fácil. A tan temprana edad decide que trabajar no es, evidentemente, el mejor camino para conseguir sus fines. El imberbe visionario comienza a frecuentar los círculos adecuados, desde FAES hasta la Casa Real pasando por las élites del Partido Popular. Y se codea con la gente perfecta en fiestas, mítines y besamanos, asistiendo a la proclamación del rey Felipe VI, compartiendo mesa con Aznar y ganándose la confianza de Arturo Fernández. Está en la pomada. Se está formando como farsante. Crece como impostor. Y eso que no tiene nada que ofrecer, salvo sus ansias de medrar, una capacidad ilimitada para enredar, y enormes habilidades para fingir, adular y embaucar. Tiene un gran futuro por delante. Es un emprendedor fraudulento en el hábitat idóneo: la España corrupta que despide a Zapatero y recibe a Rajoy, que rescata bancos y embarga viviendas, que maneja dinero negro en sobres y da explicaciones en plasma y diferido.

 

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