Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

La trampa del autónomo

Llevamos años ensalzando la figura del autónomo, mientras pocas voces se atreven a denunciar, no solo sus duras condiciones, sino la farsa y la trampa que se encuentra detrás de las políticas que plantean el trabajo autónomo como vía para sobrevivir. Medidas estrella como la cuota de tarifa plana de 50 euros mensuales para los nuevos autónomos son una engañifa que no crean empleo y que, además, pagamos entre todos descapitalizando la Seguridad Social si los demás pagamos lo que les han reducido su cuota. Jóvenes que ven que nadie les contrata piden dinero prestado a su familia seducidos por el espejismo de la figura del autónomo como sinónimo de emprendedor, despedidos que cuentan con unos ahorros y algo de finiquito sueñan con seguir tirando con algún negociete que les ayude a sobrevivir y todos terminan viendo como se esfuma el poco dinero que tenían.

El gobierno ha reconocido que solo el 15,5% de quienes se beneficiaron de la tarifa plana de 50 euros al mes de cotización como autónomo terminando manteniendo su actividad. Y si buscamos a jóvenes “emprendedores” que crean su empresa el panorama es similar. El pasado agosto el periódico La Nueva España revelaba que el 95% de las empresas creadas por “jóvenes emprendedores” mueren en cinco años.

Pero mientras duraba el engaño no protestaban, hasta hacían gasto con su pequeña inversión para el negocio y, lo que más interesa al modelo, terminan pensando que han sido ellos los que han fallado: que no eligieron bien el tipo de proyecto, que no les gestionaron adecuadamente o que no le dedicaron el esfuerzo y tiempo necesario.

Pero veamos el panorama de los autónomos que se mantienen. La media de sus ingresos netos fueron 6.713 euros en todo el año 2016. Una cifra que se sitúa claramente por debajo del umbral de la pobreza que establece la Encuesta de Condiciones de Vida del INE (Instituto Nacional de Estadística), que era de 8.208,50 euros en ese año.

Pero dirigentes y medios siguen vendiendo el espejismo del autónomo como opción para abandonar la cola del desempleo con una aureola épica de emprendedor audaz. Hace unos años El País presentaba a un joven de veintinueve años que debía sobrevivir sacando cada noche la basura de sus vecinos por cincuenta céntimos y el periódico lo contaba con este entusiasta estilo: “Jesús Pardel es un producto de la crisis, un emprendedor a pequeña escala, un almacén de ingenio desesperado”.

La jugada es perfecta, te expulsan del mercado, deberás pagarte su seguro de salud, tu fondo de pensión, no cobrar cuando te pongas enfermo, comprar todo el material e instrumental, acondicionarte el lugar para ejercer su trabajo, asumir los gastos corrientes, buscarte los clientes, gestionar tu facturación y pago de impuestos. Y, aunque parezca que no tienes patrón, la plusvalía no desaparecerá, trabajarás muy probablemente como subcontratado para una gran empresa que se llevará todos los beneficios y ni uno de los costes que hasta ahora asumía el empresario. Y si terminas arruinado, no pensarás que un empresario cabrón te ha despedido, sino que tú no lo hiciste bien.

 

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