La realidad logra muchas veces ser más surrealista que la mayor de las imaginaciones. Cualquiera que haya asistido en España a los debates políticos y mediáticos de las últimas semanas habrá comprobado las constantes acusaciones de complicidad con ETA contra el gobierno venezolano y escuchado los aplausos a la colaboración de Francia. Sin embargo, si nos atenemos a los hechos de los últimos días comprobamos dos acontecimientos curiosos. El primero que, siguiendo la petición de la embajada española, las autoridades venezolanas no permitieron la entrada de un ciudadano alemán que simpatizaba y participaba en el movimiento abertzale, pero que no tenía ninguna causa pendiente con la justicia ni orden internacional de búsqueda o captura. Walter Wendelin fue embarcado en un avión hacia Francia el 30 de marzo, desde donde viajó a su lugar de residencia habitual en Euskadi. De hecho a estas horas se pasea libre, como corresponde a cualquier ciudadano.
Dos días después nos enteramos que “Francia deja en libertad a una etarra reclamada por España”. Se trata de Kizkitza Gil de San Vicente, que terminó de cumplir una condena a cuatro años de cárcel por pertenecer al aparato político de ETA. Esta mujer tiene una causa pendiente que mantiene en el Juzgado Central de Instrucción Número 5 de la Audiencia Nacional, que dirige Baltasar Garzón. El juez dictó el 12 de febrero de 2005 una orden de busca y captura contra Gil de San Vicente también por la acusación de integración en banda armada a quien se le imputaba haber formado parte del aparato de captación de ETA. Sin embargo fue puesta en libertad el 31 de marzo por las autoridades francesas, pese a que se está tramitando la euroorden.
Mientras todo eso sucede, en España debemos seguir escuchando que Venezuela -o sea, Chávez- no colabora en la lucha contra ETA y que Francia es el gran aliado. La realidad es que sabemos que no están hablando ni de ETA ni del terrorismo cuando discuten todo eso.
