Nadie discute que la demanda de información urgente tras actos que convulsionan nuestra vida cotidiana es lógica, del mismo modo que satisfacer esa demanda es un valor periodístico. Sin embargo, es necesario pararse a pensar qué nivel de rigor y veracidad podemos dejarnos por el camino en esa carrera.
Debilitados por la caída de las ventas en papel y los ingresos publicitarios, la prensa escrita se encuentra sumida en una grave crisis. Son varias las situaciones que se están produciendo, unas preocupantes, otras esperanzadoras.
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