Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

Costumbrismo español


Haciendo un repaso al costumbrismo español podemos comprobar qué comportamientos son aceptados e incluso fomentados por las autoridades aunque incumplan la ley, y cuáles, siendo similares, son sancionados. De esta forma es posible establecer no sólo pautas sociales sino también valores para las nuevas generaciones.

 

Me surge este comentario al hilo de las masivas movilizaciones surgidas en Madrid tras el final de la liga de fútbol. Hace tiempo que me indignó cómo la celebración de un partido de fútbol convierte en legal que los automóviles aparquen en la M-30, se corten calles para una celebración, se toque la bocina como posesos a las tres de la madrugada y hasta se practique la escalada en los monumentos nacionales. Intenten estacionar en doble fila para visitar el museo del Prado, subirse a una estatua para hacer una fotografía o tocar el claxon a las tres de la mañana para celebrar la boda de un amigo a ver si la policía municipal les sonríe como si fuera con el fútbol. 

 

Del mismo modo, he comprobado cómo es interrumpida la circulación de automóviles en muchas travesías por jóvenes ebrios pidiendo dinero –o mejor dicho exigiéndolo – para sus juergas motivadas por ese evento tan fantástico de haber salido de quintos. Igualmente tienen patente de corso para cometer actos vandálicos –pintadas obscenas, vaciamiento de contenedores de basura…- que son respondidos por las autoridades locales con alguna subvención para borracheras. Intenten ocupar esa misma carretera un grupo de trabajadores para exigir alguna reivindicación laboral o denunciar un cierre de fábrica, o hagan una pintada reivindicativa en el Ayuntamiento firmada por su grupo social a ver si son aplaudidos por las autoridades.

 

Hace días el presidente francés Nicolas Sarkozy afirmaba que entre las obligaciones que deberían cumplir los inmigrantes estarían las de asumir las costumbres y tradiciones del país. Sólo faltaba que aplicáramos ese criterio en España y les obligáramos a nuestros inmigrantes tocar el claxon a las tres de la mañana tras los partidos de fútbol, y a emborracharse y pintarrajear las paredes de los pueblos cuando cumplen dieciocho años.

 
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