Estamos instalados en más de cien muertos diarios, pero parece que la sociedad sigue sin estar sensibilizada por la tragedia o, peor incluso, que estamos normalizando esas cifras
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El pasado 17 de octubre se cumplió el centenario de la muerte de John Reed, quien fuera el periodista de las revoluciones y los levantamientos.
La entrevista a la ministra de Igualdad Irene Montero en Vanity Fair ha abierto de nuevo el debate sobre el comportamiento de los líderes de la izquierda ante los medios de comunicación. Frente a algunos partidarios de que la izquierda no debe legitimar medios claramente hostiles a sus ideas, otros consideran que deben aprovechar todas las oportunidades que se ofrezcan para poder exponer sus posiciones.
Llevamos mucho tiempo cultivando un patrón ideológico que desprecia y reniega del Estado. Se trata de una pinza entre el sector neoliberal, que lo considera ineficaz y despilfarrador, y un sector ácrata, que lo percibe como sinónimo de represión, liberticida y manipulador, sin duda algunas obras de Orwell ha sido su gran inspiración.
El pasado 7 de septiembre se reanudó el juicio de extradición de Julian Assange en Londres. Estados Unidos lo reclama por 18 presuntos delitos de espionaje e intrusión informática, por difundir mediante Wikileaks en 2010 más de 700.000 documentos clasificados sobre las actividades militares y diplomáticas estadounidenses, sobre todo en Iraq y Afganistán, que revelaron actos de tortura, muertes de civiles y otros abusos.
Son recurrentes las noticias y las críticas a diferentes políticos, pero especialmente a los de Podemos, a los que se les acusa de presionar y coaccionar a los periodistas. Detrás de esa percepción se encuentra la tesis de que el político es fuerte y el periodista es débil. Se trata de una visión ingenuamente liberal que considera al político como parte de un Estado poderoso y coaccionador, y al periodista como un profesional libre y defensor de buenas causas.
Hace 15 años, el 24 de julio de 2005 una nueva cadena de televisión comenzaba su andadura desde el Teatro Teresa Carreño de Caracas, capital de Venezuela. Pero no era una televisión cualquiera. Era la primera televisión multiestatal latinoamericana, la primera dedicada fundamentalmente a informativos, la primera que se proclamaba pensada desde el Sur y hacia los pueblos del Sur, la primera promovida por presidentes de izquierda que reclamaban así el papel de los poderes públicos en el derecho a la información de los ciudadanos.
Tres circunstancias se están dando actualmente en torno a las teorías conspiracionistas: conjura de los medios contra las sociedades, perverso cientifismo de farmacéuticas y telecomunicaciones; e indiferenciación entre ciencia y bulo