El presente libro, señala Enrique Bustamente, acierta de pleno “cuando obvia el análisis ideológico para dejar que éste se desprenda de las telarañas complejas de los intereses económicos puesto en juego. Lo cual no elimina los matices ideológicos, muchas veces fruto del marketing y de la diferenciación competitiva en una sociedad en la que las ideologías siguen felizmente contando”. Vale por ello la pena empezar por una historia que el autor de Traficantes cuenta en el primer capítulo –“El mercado de la palabra”- y que está relacionada precisamente con esas “telarañas complejas”.
Traficantes de información le fue encargado a Pascual Serrano por el responsable de la editorial Península, convencido, recuerda el propio autor, “de la necesidad de contar el entramado económico y financiero que sostiene a los grupos de comunicación españoles”. No era tarea baladí y sin importancia. A pesar de que el resultado final contó con toda su aprobación, de hecho Serrano ya había publicado anteriormente en esa misma editorial, con éxito reconocido, Desinformación, y que incluso su nuevo libro se anunció entre las novedades de otoño, los altos directivos de la editorial y accionistas vetaron finalmente la publicación del ensayo. ¿Por qué? Sin duda, porque ellos tienen mando editorial en plaza, y lo ejercen cuando estiman necesario, y, además, porque la imagen de accionistas, financieros y algunos socios empresariales no resultaba demasiado reconfortante cuando algunos de esos mismos accionistas lo son también de grupos de comunicación que aparecen en el libro. Ediciones Akal, con Ramón Akal a su cabeza, lo ha publicado finalmente. Lo sucedido dice mucho, a favor claro está, de esta imprescindible editorial de izquierdas y también dice, pero poco bueno, de los responsables político-económicos, no del editor, del otro grupo editorial. Críticas, las mínimas, habrán pensado.
Los siguientes son los grupos de comunicación (y desinformación) analizados por el autor: Prensa Ibérica, Vocento, Antena 3 y Planeta, Zeta, Godó, Prisa, Telecinco, Unidad Editorial, Mediapro/Imagina y en el penúltimo capítulo, en el apartado “Otros”, la COPE, Intereconomía, Libertad digital y Promecal. Además, un breve pero sustantivo capítulo de conclusiones y un anexo resumen: “Quién es el dueño de.. Índice de medios españoles, propietario principal y capítulo que lo desarrolla”. En definitiva, un libro que está en la estela de aquel Informe sobre la información de Vázquez Montalbán, escrito en cárceles franquistas, del que tanto aprendimos, y también de Los amos de la información en España, un ensayo del prologuista del volumen que también editó Akal en 1981.
Los capítulos presentan una estructura similar: relación de los medios controlados (prensa diaria, televisiones, semanarios, editoriales, distribuidoras, artes gráficas, radio, otras tecnologías); relaciones con otros grupos; propiedades fuera de España si las hubiera; la trayectoria resumida del grupo y, finalmente, algunas “personalidades relevantes”. No apto para menores ni para personas sensibles… ni incluso para personas curtidas.
Un ejemplo para abrir boca, un ejemplo que el autor ha dado recientemente de los quince miembros del nuevo Consejo de Administración de Prisa, uno de los grupos de comunicación que mayor prestigio ha tenido, y en parte sigue teniendo, entre la ciudadanía española. El pasado 27 de noviembre de 2010 la Junta de accionistas de Prisa decidió los nombres de las personas que integrarán el nuevo Consejo de la empresa. La entrada en el accionariado de inversores estadounidenses se refleja claramente en la formación de este órgano. Entre las nuevas incorporaciones destacan las de Nicolas Berggruen y Martin E. Franklin, los dos principales accionistas de Liberty Acquisition Holdings Corporation, un fondo de inversiones que ha aportado 650 millones de euros y que supondrá, dato relevante, la mayoría absoluta del capital de la empresa. Berggruen tiene un patrimonio cercano a 2.000 millones de dólares, ocupa el puesto 158 en la lista Forbes de 2009 y la prensa lo ha calificado de “homeless multimillonario”. Se presenta como un ejecutivo que no tiene vivienda propia, vive en hoteles, es el boss: fundador y director de la cadena Berggruen Hotels Private Limited. Pertenece a 24 consejos de administración de diferentes firmas y sectores. Berggruen, señala Pascual Serrano, “es un gestor de fondos de private equity (fondos de capital privado que toman participaciones temporales en el capital de empresas para obtener beneficio una vez madure el negocio o proyecto) y hedge funds (en España, fondos de inversión libre, cuyo objetivo es obtener beneficios al margen de la evolución de los mercados)”. Pocos días después de firmar el acuerdo con Prisa, Berggruen tomó posesión de sus propiedades y publicó un artículo de opinión en El País sobre China y Occidente. Un detalle significativo que no le ha pasado por alto al autor del libro: el domingo 20 de junio, el suplemento de economía de El País, presentó una larga y amable entrevista con Berggruen. La entrevistadora, Alicia González, es la esposa de Rodrigo Rato, presidente de Caja Madrid y ex vicepresidente del gobierno con José María Aznar.
Martin E. Franklin es el segundo de la lista. Según Business Week, pertenece a 81 consejos de administración de 19 industrias diferentes. En 2008 ganó 3.498.438 dólares. Harry Sloan no es mucho mejor. Es el Presidente de Metro-Goldwyn-Mayer. Ha sido calificado como el mayor animador de la industria del entretenimiento del Partido Republicano. En el ambiente progresista de Hollywood, Sloan representa la voz republicana. En la campaña presidencial de 2008 recolectó para McCain 3,5 millones de dólares en Hollywood.
Los otros miembros del grupo no están muy alejados de esa cosmovisión ni de esos procedimientos. Entre otros, se suman a la lista, Ernesto Zedillo, Alain Minc, Juan Arena, Ignacio Polanco, Manuel Polanco y Juan Luis Cebrián, el Presidente de la Comisión Ejecutiva del Consejo y consejero delegado, el activo miembro del Grupo Bilderberg.
¿Por qué “traficantes de información”? Pascual Serrano apunta razones convincentes: tras la investigación realizada, por mucho que nos empeñemos, no hay término mejor para designar los propietarios de estos grandes medios hispánicos de “comunicación”: fraudes fiscales, especulaciones urbanísticas, violaciones de las medidas contra la concentración, atropellos laborales, sueldos millonarios de los altos directivos, contratos blindados, ejecutivos con sentencias judiciales en las que se les implica de connivencia con la mafia, fortunas de extraño y fascistoide origen, implicaciones franquistas, empresas con conexiones armamentísticas. La barbarie capitalista en estado puro, sin apenas caras amables. En esas manos está la (des)información en nuestro país. Y en otros, desde luego, no hay aquí ninguna excepcionalidad hispánica. ¿Alguien razonable cree que puede habitar algún miligramo de verdad en un pantano apestoso como ese? Acaso alguno, y en algún momento, para cubrir apariencias e incrementar ventas e influencia cultural. Pero no es el propósito, no es esa la finalidad. ¿Qué línea editorial puede regir en esos grupos de comunicación? Me remito a las palabras de Pascual Serrano: “la defensa a ultranza del sistema económico con el que se enriquecen, el ocultamiento de sus operaciones oscuras, la complicidad con los poderes que les ayuden a desarrollarlas y el ataque a cualquier opción política, social o ética que intente enfrentarse a su ideología y modelo”.
¿Qué papel juegan aquí los periodistas, los trabajadores de esos medios? Los periodistas, Pascual Serrano es parte del colectivo, son meros empleados, precarios en la mayor parte de las veces, que pueden ser despedidos libremente y que obedecen, deben hacerlo, el puesto de trabajo les va en ellos, los criterios de selección de las noticias establecidos por directivos nombrados a dedo y según preferencias por los propietarios. Son como el albañil, la metáfora es del autor del libro, que no puede decidir el diseño de la casa ni su ubicación, sólo poner ladrillos para terminarla de la forma que le han indicado los arquitectos y el presupuesto económico. “Nuestra precariedad es tu desinformación” es el título de un libro del Sindicato de Periodistas. No yerran ni exageran.
Señala finalmente Pascual Serrano en el capítulo de conclusiones que no ha sido objeto de este libro proponer alternativas sino mostrar quienes son los dueños de los medios, cómo operaban y de qué métodos se servían para acumular poder y beneficios. Estas empresas, prosigue, son dueñas de la voz pero no de la palabra. Esta sigue estando, debe seguir ubicada, en las manos y en el cerebro de los ciudadanos. El reto político, no es simple la tarea, es recuperar la voz para que la palabra se pueda difundir y compartir. Vale la pena ponerse en ello con urgencia, pensar entre todos procedimientos y objetivos, y, mientras tanto, desconfiar críticamente de las (des)informaciones que podemos leer o ver en prensa, semanarios y televisiones. Nos va la verdad en ello, que, sabido es, es amarga y hay que echarla de la boca a la primera ocasión que tengamos.
PS: Enrique Bustamente recuerda en su presentación que el libro de Pascual Serrano no se ocupa de los medios públicos pero que también ahí pueden hallarse traficantes de información, “aunque sean minoritarios y estén en retirada”. La reforma de RTVE ha conseguido desde 2006 un salto en la independencia y pluralismo de sus programas informativos y de su programación, pero, Bustamente señala, que las reformas de 2009 y 2010 buscan claramente “su debilitamiento, en beneficio del polo privado”. A eso hay que sumar, también aquí hay que estar alertas, que muchos gobernantes siguen manipulando todo lo que pueden, y un poco más, los radios y las televisiones, sobre todo estas últimas, sobre los que tienen poder e influencia. Los ejemplos se amontonan en la mente de todos.
Pascual Serrano, Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles. Madrid, Ediciones Akal, 2010, 329 páginas, presentación de Enrique Bustamente