Periodista especializado en política internacional y análisis de medios de comunicación, cofundador de Rebelión.org, asesor editorial de Telesur durante 2006 y 2007, colaborador de numerosas publicaciones españolas y latinoamericanas, Pascual Serrano es autor, entre otros ensayos, de Perlas (2006), Perlas 2. Patrañas, disparates y trapacerías en los medios de comunicación (2007), Medios violentos. Palabras e imágenes para el odio y la guerra (El Viejo Topo, Barcelona, 2008), Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo (Península, Barcelona, 2009), Traficantes de información (Akal, Madrid, 2010). Su último libro publicado, Contra la neutralidad (Península, Barcelona, 2011), ha sido el eje de nuestra conversación.
“El periodismo necesita corazón” es el título del primer capítulo de tu último libro. ¿Por qué crees que el periodismo tiene este tipo de necesidades?
Las empresas de comunicación han mitificado la frialdad y el distanciamiento con objeto de evitar que los profesionales que asistían a situaciones de injusticia y crímenes que podían despertar su indignación y toma de posición pudieran reflejarlas en su periodismo. Se trata de una aberración humana más de las tantas que impone el mercado, por eso yo reivindico la emoción, el sentimiento, la capacidad y necesidad del periodista de ser sensible ante la tragedia, de señalar al criminal y de reflejarlo en su trabajo.
También sobre un título, en este caso el del libro: “Contra la neutralidad”. ¿Cómo definirías la neutralidad periodística? ¿Por qué hay que estar en contra?
Las empresas y los grandes medios quieren periodistas sin corazón, ensalzan la neutralidad y la objetividad. Pero se trata, en nombre de esa neutralidad, de anular al periodista, porque luego los contenidos no son neutrales, los dueños y directivos definen líneas, selección de noticias, valores, etc. Todo lo que sus intereses económicos y políticos exigen; sin embargo cuando el periodista quiere denunciar a los responsables de una masacre le piden que refleje las dos versiones y sea neutral. Hay que estar en contra de ello, porque no se puede convertir el periodismo en algo que, por ejemplo ante un bombardeo de la OTAN contra unos civiles que festejan un boda en Afganistán, se nos presenta como dos versiones o dos fuentes periodísticas.
Han sido cinco los autores que has elegido. ¿Por qué ellos precisamente? ¿Qué tienen de especial y común?
La idea es que contasen con una calidad periodística incuestionable, es decir, que dentro de su compromiso, hubieran recogido crónicas de gran valor para los ciudadanos y que, ante todo, sirvieran a la verdad. De los cinco elegidos, aunque todos adoptan una posición política ante los acontecimientos que viven y de los que informan, nadie puede dudar de su profesionalidad. Por otro lado, consideré oportuno que ninguno de ellos estuviera vivo, al entender que su trayectoria no estaba del todo cerrada y definitiva mientras siguiera en activo.
¿Tienes alguna preferencia entre ellos? Quédate con uno, con tu periodista de referencia.
Bueno, no es fácil eso que me pides, pero creo que elegiría a John Reed, probablemente porque es el formato periodístico del que me siento más cercano.
¿No se te han quedado nombres en la chistera? ¿Qué otros periodistas merecen tu reconocimiento?
Por supuesto se han quedado muchos fuera muy a mi pesar. Incluso para dejarlo en esos cinco tuve que estudiar algunos más. Por ejemplo Mark Twain, Emile Zola, Jack London, los cubanos Pablo de la Torriente Braun y José Martí, el italiano Peppino Impastato; en fin, varios. En principio mi idea era contar la historia de diez periodistas, pero descubrí que para presentarlos con la profundidad suficiente no podía llegar a esa cantidad, por lo que me vi obligado a dejarlo en cinco. Descarté los que percibí que su faceta periodística había sido superada por la política o literaria.
Aunque alguno de ellos tiene que ver directamente, y mucho, con España, ninguno de ellos es español. ¿No hay en el país de Negrín e Ibárruri periodistas que valga la pena estudiar o comentar?
Aquí estudié a Manuel Vázquez Montalbán y a Larra, ambos, como comenté antes, con una proyección literaria superior a la periodística. Hemos de reconocer que en periodismo internacional otros países han contado con una cantera mejor de periodistas.
Me han sorprendido, probablemente a algunos lectores también, algunas referencias que haces a Iñaki Gabilondo, un periodista que en ocasiones ha estado muy próximo a algunos poderes institucionales y mediáticos. ¿Qué opinión te merece la obra y práctica periodísticas de Gabilondo?
Estoy de acuerdo contigo en la valoración de Gabilondo, sin embargo, que las opiniones de un periodista tan bien integrado en el establishment periodístico y político español defendieran la necesidad de un periodismo más humano me parecía interesante. Sin duda Gabilondo intenta jugar a dos bandos, pero la incoherencia entre parte de su trabajo y su discurso creo que no invalida sus razonamientos a favor de un periodismo más interpretativo, creo que era bueno demostrar que hasta él ve con frustración el periodismo actual.
Hablas de ello en la introducción, citando a Kapuscinski. ¿Por qué crees que algunos medios informativos como la televisión han degenerado tanto y tanto?
Creo que era inevitable. La televisión juega con la imagen, y la imagen termina dominada por la espectacularidad y la frivolidad. Incluso resulta incompatible con la razón, creo que es un formato difícilmente defendible.
Afirmas, en más de una ocasión en tu ensayo, es una de las tesis centrales en mi opinión, que no existe la objetividad periodística. ¿Por qué?
Eso de la objetividad sólo lo defienden los editoriales de los grandes medios como camelo para los lectores. Ningún periodista mínimamente serio se lo cree, incluso lo más prestigioso de la profesión denuncia el uso propagandístico que se hace del término. No existe la objetividad porque el ojo humano nunca es objetivo, y además no debe serlo. Nadie reivindica que seamos ciudadanos “objetivos” cuando asistimos a la paliza de unos neonazis a un inmigrante, a un crimen de género o al genocidio de un grupo étnico. ¿Por qué, en cambio, debe serlo un periodista ante esas situaciones? Creo que el ejemplo más claro que muestra que no existe la objetividad es la selección de las noticias que hacen todos los días los medios. Según coloquen en portada la entrega de los premios Óscar de cine o una denuncia de violación de derechos humanos están aplicando una determinada subjetividad.
¿Cómo entiendes el compromiso en el ámbito del periodismo? ¿Es posible practicarlo cuando uno (o una) tiene que ganarse la vida en ese territorio tan controlado por los grandes poderes?
El compromiso debe consistir, como dijo en Che, en no ser indiferente ante la injusticia. Por supuesto es difícil ponerlo en práctica en el panorama actual de los grandes medios, pero no debemos resignarnos, como no lo debe hacer el abogado o el biólogo, por citar otras profesiones. No debemos permitir que las condiciones del mercado laboral nos deshumanicen y nos conviertan en meros operarios profesionales de sus industrias.
¿Un periodista comprometido debe ser forzosamente un periodista militante?
Es un debate que ahora está surgiendo en América Latina. No debería ser lo mismo, es muy frecuente que la militancia termine anulando el periodismo, deben ser dos cosas diferentes. Es bueno ser militante, pero en demasiadas ocasiones se deja de ser periodista cuando se ejerce la militancia. Creo que los periodistas elegidos en “Contra la neutralidad”, son buenos ejemplos que lograron ser grandes periodistas y no permitieron que su militancia les llevara a desgraciar su profesión.
Hay que dar la voz a los humildes, afirmas. ¿Cómo se les da la voz?
Debería ser sencillo, pero los hábitos del periodismo han llevado a una situación en que es lo menos frecuente. Lo habitual es que el periodista se deje llevar por los oropeles del poder, la moqueta de las salas de prensa, los bonitos dossieres de prensa de los grandes grupos económicos. Creo que hay que luchar para dar el protagonismo a la gente sencilla, como dirían los zapatistas, dar la voz a los sin voz.
Dado el control existente, ¿crees que el periodismo honrado puede realmente informar de lo que está pasando en asuntos muy decisivos? Pienso por ejemplo, en guerras recientes (Libia, Afganistán, Colombia) o en decisiones económicas trascendentes. ¿Es posible hacer trabajo honesto en estas circunstancias?
Claro que se puede hacer, para empezar sería bueno dejar de mentir. Lo siguiente es incorporar suficientes elementos de contexto y antecedentes para comprender los acontecimientos. La principal forma mediante la cual se nos aleja de la verdadera información es omitiendo el contexto que permite comprender los acontecimientos. Si se enumeran los hechos sin contexto no se está haciendo periodismo honesto.
Ponme un ejemplo de lo que un periodista honesto no debería hacer nunca.
Se me ocurren muchos. Si informas de que un palestino ha cometido un atentado suicida en Tel Aviv y han muerto cinco civiles israelíes que viajaban en un autobús, pero no explicas la situación que está viviendo ese palestino por las políticas del gobierno de Israel no estás siendo honesto. Ejemplos de este tipo suceden todos los días.
Hablas en la reflexión final que cierra el libro de universalidad. ¿Qué valores son esos que llamas valores universales?
Deberían ser fáciles de percibir por el periodista. Son, sencillamente, los derechos humanos universales. El periodista debe ser sensible al derecho de los ciudadanos a comer, a que se respete su vida, a que no les expulsen de sus tierras. Todos esos derechos se atropellan diariamente mientras los periodistas miran hacia otro lado. Mira en España, unos bancos dejan a las familias sin vivienda por no pagar la hipoteca y nuestro periodismo se mantiene insensible.
Para escribir, afirmas también al final del ensayo, hace falta valor y para ello hay que tener valores. ¿Qué valores debe tener un periodista que intente realizar su profesión honestamente?
Fundamentalmente sensibilidad ante el sufrimiento humano, no debe separar su profesión de esa sensibilidad. Hoy se promueve un periodista que, cuando observa una aldea iraquí bombardeada, lo que el tipo ve son dos grupos en conflicto. No son dos grupos en conflicto, es un criminal que ha masacrado a unos inocentes. Eso es lo que debe contar en sus crónicas.
¿Existe actualmente en España periodismo de investigación? ¿Quién lo practica?
Me temo que muy poco y apenas nadie lo practica. El periodismo comercial no lo hace porque ya no es rentable. Observa la investigación de Rodolfo Walsh que se cita en el libro, la que publica en su libro Operación Masacre. Hoy ningún periódico se plantea tener a un periodista durante semanas investigando algo así. Y los medios alternativos no tienen recursos para hacerlo. La investigación solo existe en algunos libros, periodistas que mientras resuelven lo que exigen sus empresas van recogiendo información que juntan en un libro. O profesionales que, fuera del mercado, dedican semanas o meses a trabajar sobre un tema y publicarlo en un libro: sobre los transgénicos de Monsanto, sobre las empresas de mercenarios, etc.
¿Tienes en cartera alguna investigación, alguna nueva publicación iniciada o proyectada?
Todavía estoy con la resaca de “Contra la información”. Tengo que pensar de forma urgente ya sobre algo.
“Tras los pasos de John Reed, Ryszard Zapuscinski, Rodolfo Walsh, Edgar Snow y Robert Capa” es el subtítulo del libro. ¿Qué sendero han trazado estos grandes periodistas concernidos por la justicia, la igualdad y la libertad?
El sendero que espero descubran los lectores, y especialmente los periodistas, es que ha sido el periodismo de esas personas el que ha perdurado en el tiempo, el que sirvió para explicar el mundo, el que nos ayuda a comprender acontecimientos fundamentales del siglo pasado.