El pasado 15 de diciembre se supo que Antena 3 y La Sexta llegaron a un acuerdo para su integración. En realidad se trata de una fusión por absorción en la que La Sexta se limitará a tener, inicialmente, un 7% del grupo resultante hasta llegar al 14%. Antena 3 se convertirá en el segundo grupo audiovisual privado en España después de que Mediaset (Telecinco) absorbiese a Cuatro. Veamos cómo ha quedado el panorama de “pluralidad” televisiva en España. De momento los dos gigantes controlan la mitad de los canales que permite el sistema de Televisión Digital Terrestre. El grupo de Antena 3 cuenta con ocho canales Antena 3, Neox, Nova, Nitro, laSexta, laSexta2, laSexta3 y Gol TV, este última cedida ahora en régimen de alquiler. Por su parte, el grupo de Mediaset posee Telecinco, Cuatro, FDF, LaSiete, Boing y Divinity.
En cuanto a audiencias, estas dos empresas acumulan más de la mitad de las familias que se sientan ante el televisor: Antena 3, según datos de noviembre, posee el 26%, y Mediaset 30%. Y en lo referente a publicidad se quedan directamente con todo el pastel de ingresos, más del 85%. Según el último estudio de Infoadex, Antena 3 y La Sexta promediaban, entre enero y septiembre, un share del 41,9%, frente al 43,4% de Mediaset.
En conclusión, que si no fuera por las televisiones públicas, el pluralismo televisivo que ofrece el mercado, después de conceder el estado licencias para más de treinta canales, se ha quedado en dos. Esta situación, en opinión de los que se han quedado con el pastel, según declaraciones a Europa Press de Mediaset España, supone "el fin de un ciclo de distorsión del mercado" audiovisual que comenzó en 2004 "con un aumento de operadores desproporcionado para la medida del sector audiovisual español".
Otro detalles a tener en cuenta es que ambas empresas son mayoritariamente extranjeras, fundamentalmente italianas. Mediaset, como todos saben, es propiedad en su mayoría de Berlusconi. Por su parte, Antena 3 pertenece mayoritariamente al grupo integrado al cincuenta por cien por Planeta y DeAgostini, éste último de capital italiano. Junto a ellos, se encuentra RTL Group con un 20’49% de las acciones de Antena 3. El propietario mayoritario de RTL es el grupo alemán Bertelsmann. Si alguien piensa que con la fusión con La Sexta aumentará la presencia española se equivoca porque más del cuarenta por ciento de esta cadena es de los mexicanos de Televisa. De modo que, cuando las multinacionales de fondos de inversión y las agencias de calificación comiencen -o continúen- lanzándose contra la deuda pública española, no esperemos en estas televisiones mucha línea editorial de preocupación.
Todo esto sucede porque las medidas anticoncentración establecidas por el anterior gobierno han brillado por su ausencia o se han demostrado absurdas y falsas. En realidad, los dos partidos que gobiernan España desde hace treinta años han competido por legislar contra cualquier medida que evitara la concentración y pretendiera pluralidad en televisión. Así encontramos que la última Ley General de la Comunicación Audiovisual, aprobada el pasado año impedía fusiones que supusieran la concentración en un mismo propietario de canales cuyas audiencias sumaran más del 27%. Sin embargo, una vez que la fusión se materializa cumpliendo esa condición ya pueden acumular cualquier cifra de audiencia, como ya hemos visto en el caso de Mediaset que la ha superado. En cambio, no existe límite para acumular un porcentaje de mercado publicitario a pesar de que, como es lógico deducir, acaparar esos ingresos supone en la práctica apropiarse del mercado audiovisual. Más todavía si se tiene en cuenta que los diferentes grupos han llegado a pactar tarifas publicitarias e incluso compartir las mismas empresas de publicidad para gestionar sus espacios.
Lo sucedido es, sencillamente, que en un marco mercantilista de necesidad de publicidad para poder garantizar la viabilidad de la cadena, no existen anunciantes para más de dos empresas. O estos anunciantes son tan poderosos que prefieren pagar más dinero por sus anuncios con tal de lograr presencia en las cadenas de mayor audiencia. Si solo hubiese en España dos empresas de telefonía, dos supermercados de alimentación o dos editoriales de libros, todos estaríamos de acuerdo en que estaríamos viviendo una grave falta de competencia empresarial. Si eso sucede en las televisiones, no sólo es una falta de competencia, sino de pluralidad. Mientras eso sucede, los gobiernos autonómicos de la derecha están cerrando sus canales autonómicos; y el gobierno “socialista” estableció en la ley antes citada que cuando la concesión de una licencia sea para entidades sin ánimo de lucro, se les condenará a la precariedad y la marginalidad al establecer que “sus gastos de explotación anuales no podrán ser superiores a 100.000 euros en el caso de los servicios de comunicación audiovisual televisiva y de 50.000 euros en el caso de los servicios de comunicación audiovisual radiofónica” (art. 32.6). Es decir, si se trata de una multinacional italiana que quiere adueñarse de las licencias televisivas españolas no hay ningún obstáculo puesto que tienen la intención de ganar dinero, si se trata de un colectivo sin ánimo de lucro se le impide facturar mucho más de lo que les va costar el alquiler de la sede.
¿Y qué podemos hacer los ciudadanos ante esta situación? En esta ocasión sí tengo la solución perfecta. Tiremos la televisión, ya que no podemos tirar a los dos partidos que la han desgraciado.
(Posdata: Los madrileños están exentos de tirarla, pueden ver TeleK)
Pascual Serrano es periodista, autor del libro Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles. Foca (2010)