Hace unos días llamé al teléfono de atención al cliente de mi empresa de suministro eléctrico y, mientras me atendía la operadora, escuchaba a su hijo de meses llorar de fondo, incluso la mujer debió interrumpir la conversación para asistirlo. Por las ciudades circulan en bicicleta repartidores de comida que cobran tres euros por envío. Para ahorrar electricidad deberemos de planchar después de las doce de la noche. Quién nos hubiera dicho hace veinte años que el futuro era trabajar con tu bebé en brazos, planchar de madrugada y esquivar coches en bici por la ciudad para ganar tres euros.
Hoy, en España, la mitad de los contratos que se firman tienen una duración de menos de siete días y cada semana los trabajadores hacen más de 6 millones de horas extraordinarias, de las cuales el 42% no se pagan. Los trabajadores jóvenes cobran hoy salarios hasta el 50% inferiores a los que se percibían a su edad en 1980. Uno de cada cuatro de esos jóvenes perdió el empleo en 2020 o se vio afectado por un ERTE y actualmente casi un 40% sigue en paro
La pandemia también nos ha mostrado que éramos un país incapaz de producir productos tan sencillos y básicos como mascarillas. La imagen en nuestras televisiones de instrucciones para hacerlas en casa con papel de celulosa de cocina era absolutamente tercermundista. Parece que ya se nos ha olvidado. El colapso de nuestra economía porque desaparecían esos ingresos fundamentales consistentes en limpiar habitaciones de hoteles y servir cañas a turistas extranjeros era una clara prueba de nuestra debilidad. Y las escenas de trabajadores hosteleros aplaudiendo a turistas alemanes que llegaba en pasado verano eran francamente humillantes.
Pero tranquilos. En el documento “España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo” presentado por el presidente Pedro Sánchez, dice en su página 302 que “serán cada vez más frecuentes empleos como jardinero de Minecraft, entrenador de avatares, o jugador profesional de e-sports”. Pero también ese documento dice que se pretende “aumentar sustancialmente la participación laboral y social de las personas en edades avanzadas” y para ello se plantean duplicar la tasa de actividad de los mayores de 64 años desde el 5% actual al 11% en 2050, es decir, que no nos jubilemos y sigamos trabajando, de modo que el número de personas que hoy están trabajando a pesar de encontrarse en edad de jubilación sea el doble en 2050.
Hay más cosas curiosas en el documento. No deja de ser irónico que con un 26,1% de la población en riesgo de pobreza, hasta 12 millones de personas, un objetivo para 2050 sea, en nombre del medioambiente, “una disminución de la ingesta de las proteínas animales o una reducción en la generación de desechos y en la compra de ropa”.
Desde que empezó la pandemia hemos comprobado cómo han desaparecido líneas de autobuses que llegaban a muchos pueblos de la España más deshabitada porque no eran rentables. Cientos de pueblos y comarcas donde no es materialmente posible llegar sin vehículo privado se han quedado sin transporte que las comunique con otros núcleos urbanos. Nada se prevé para recuperar esas líneas, recuperación que es improbable que surja mediante el mercado porque se trata de trayectos económicamente deficitarios para las empresas. Sin embargo, se anuncia un aumento del impuesto al uso del coche y a los combustibles hidrocarburos. Se prevén millonarias ayudas al coche eléctrico o de otros combustibles alternativos, pero a eso solo podrán acceder los que dispongan de una economía saneada para cambiar de coche.
El documento España 2050, fue presentado por el presidente como un trabajo que no es del Gobierno sino desde Presidencia, lo han elaborado más de 100 expertos de distintas disciplinas y sensibilidades ideológicas, que imagina la España ideal de 2050 y plantea qué habría que hacer para convertir al país en uno de los mejores del mundo en conocimiento y bienestar. El documento consta nada menos que de 675 páginas, y Sánchez ha destacado que los expertos han trabajado con total libertad, aunque coordinados por el jefe de Gabinete del presidente, el omnipresente Iván Redondo.
Creo que el contraste entre la situación de precariedad laboral o de pobreza de tantos españoles y algunos elementos de ese documento de la España que se tiene como objetivo para el futuro es una prueba del divorcio entre algunos tecnócratas y gobernantes por un lado y el ciudadano de la calle por otro.