Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

Javier Ortiz, maestro de periodismo y de principios

Ayer me desperté con el mazazo de la muerte de Javier Ortiz. Recuerdo que el día que lo conocí ironizaba sobre nuestra preocupación por mejorar esta sociedad si, en el fondo, todos reconoceríamos que una vez fallecidos nos importaría una mierda lo que aquí sucediese. Era una de nuestras tantas contradicciones, combatir por un mundo mejor sabiendo que no lo íbamos a conocer. Por un lado, su lógica racionalidad le impedía reconocer esta lucha, pero al mismo tiempo, su humanidad le obligaba a llevarla cada día. En aquella reunión, hace casi diez años, planteaba la necesidad de unir esfuerzos entre rebelión.org y otros proyectos editoriales. De ahí surgió la colaboración mutua para editar el libro ¡Palestina existe!, donde Javier entrevistaba a José Saramago y se incluían otros textos procedentes o gestionados por rebelión.org, firmados por Noam Chomsky, Edward Said, Alberto Piris y Antoni Segura.

Poco después, tras los atentados del 11-S, publicamos ya formalmente como rebelión.org y la colección Foca que él dirigía, Washington contra el mundo. Se trataba de una recopilación de textos que denunciaban las tropelías de Bush y que me está haciendo pensar que sobre él ha caído alguna maldición. El día de su presentación, Javier Ortiz nos anunciaba la muerte en Iraq del hijo de uno de los autores, Julio Anguita. Y a los pocos meses morían otros dos autores, Manuel Vázquez Montalbán y Edward Said. Ahora Javier se une a ellos. Es evidente que si existe Dios, no nos está ayudando a los rojos.

Siempre admiré su disciplina de trabajo publicando una columna diaria desde hacía varios años, independiente de si el mercado periodístico le guardaba un lugar o no para ella. Creo que si toda la izquierda hubiera tenido su alegría, coherencia y laboriosidad el mundo sería diferente.

Su integridad intelectual no dejaba de impresionarnos a todos los que le conocíamos. No dudaba en golpear con su crítica honesta y sincera a ETA al tiempo que maldecía todas las tropelías que jueces, políticos y medios cometían contra la izquierda abertzale. Como editor de la colección Foca tuvo muy claro que había que publicar un libro de Nicolas Sarkozy, con quien no compartía ninguna idea, porque estaba convencido de que era necesario conocer su pensamiento cuando era candidato presidencial. Y sobre Cuba tenía muchas críticas sin que eso le impidiera reconocer el ejemplo que esa revolución suponía para todos los pueblos del mundo. Su honestidad le llevaba a criticar a los periódicos para los que trabajaba sin dejarse dominar por ese servilismo tan habitual de los periodistas. Y, al contrario, la información interna que manejaba la podía utilizar para defenderlos frente a calumnias sin fundamento.

No dejé nunca de aprender de Javier Ortiz, cuando le consulté el vértigo que me daba publicar cada mes una columna llamada Perlas informativas en Mundo Obrero, me respondió que no tenía derecho a temer hacerlo porque un periodista debe estar dispuesto a escribir cualquier tipo de género. Terminaría prologándome la primera edición del libro que recopilaba aquellas columnas. La última vez que estuve con él fue en la presentación en Madrid del libro de Hernando Calvo Ospina, Colombia, laboratorio de embrujos: Democracia y terrorismo de Estado. Como buen vasco, se las apañó para que aquella presentación terminara con una larga y amena cena que ninguno de los asistentes olvidaremos.

Creo que después de leer su bello texto Sueño con Jamaica, no iré nunca –al menos en vida- a ese lugar, no sea que resulte diferente a cómo él imaginaba.

Podría seguir contando mucho más, pero Javier también me enseñó a escribir columnas breves, y no quiero que piense que lo he olvidado.

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