Un engendro denominado Badexcug, únicamente identificado con un apartado de correos en Madrid, me ha enviado una carta informándome que me ha incorporado a un “fichero sobre incumplimientos de obligaciones dinerarias”, o sea de morosos, a petición de Telefónica Móviles. La razón es que, estando en desacuerdo con un pago de 87 euros, opté por reclamar una corrección de la factura en la oficina del consumidor en lugar de permitir a movistar que retirase el dinero de mi cuenta bancaria.
El escrito del engendro del apartado postal me aclara que puedo rectificar la información de ese fichero enviándoles solicitud, copia del DNI y “documentación acreditativa”. El diligente empleado del Consorcio de Consumo (oficina de defensa del consumidor) así me lo recomienda, pero yo he decidido no hacer la menor rectificación. Es para mí un placer colaborar en que los sistemas de control de deudores de las empresas fundamenten sus listados de morosos en impagos de 87 euros que evidencien mi peligrosidad como cliente o contraparte comercial. Supongo que ya no podré solicitar un préstamo bancario, gestionar una hipoteca o incluso tramitar un seguro y quién sabe qué cosa más. Ojalá estuviéramos en ese listado todos los que nos reconocemos disconformes con los recibos de grandes empresas suministradoras de luz, agua, teléfono, banca, automóviles, financieras, grandes almacenes, transportes…
Dicen los tipos que manejan el listado de apestosos, en el que me encuentro, que su objetivo es “contribuir a mejorar la solvencia del sistema financiero y facilitar el tráfico mercantil, por lo que agradecemos su colaboración para mejorar la calidad de nuestra información”. De forma que he descubierto que este inventario de malditos me ha ofrecido, sin tener yo que realizar ningún esfuerzo, un magnífico método de insumisión capitalista. Por fin he encontrado un eficaz sistema de subversión del orden económico establecido. Ahora sólo me resta invitar a todos mis amigos y familiares a que me acompañen. Quizás cuando las empresas vean que hay más ciudadanos dentro que fuera de las listas de inhabilitados por ellos para ser sus clientes, comprenderán que no las queremos y quizás entonces atiendan nuestras reclamaciones para así sacarnos del listado y poder de nuevo captarnos como clientes. De momento yo a todos los comerciales que me llaman por teléfono para ofrecerme algún producto los logro ahuyentar informándoles que estoy en una lista de maleantes que no pagan. Mis amigos, sólo por eso, ya me envidian.