El 31 de marzo asistimos a la disolución del partido de la Nueva Izquierda y la integración de sus militantes en el PSOE. Ante todo felicitar a quienes, parece, han encontrado "su lugar en el mundo", parafraseando la película de Adolfo Aristarain.
El desarrollo de Nueva Izquierda, el partido que nunca se presentó a ningunas elecciones y que probablemente tenga el mayor ratio de cargos/militantes, merece algunas reflexiones. La primera es que terminarán disueltos quienes tanto insistían cuando pertenecían a Izquierda Unida en que el Partido Comunista se disolviera. Eso, que para quienes se comprometen en un proyecto político supone un fracaso, estoy convencido que para ellos no lo es. Y no lo es porque ahora pertenecerán al partido que gobierna en varias comunidades autónomas y al primer partido de la oposición.
Yo siempre creí que, ante la política, existían dos opciones. Partir de un ideario y de unos principios para, a continuación, intentar convencer al resto de los ciudadanos, opción ésta a la que he intentado adscribirme siempre, o explorar cuál era el pensamiento y el ideario dominante para adoptarlo como mío y así contar con el mayor apoyo posible. Evidentemente la primera opción supone afrontar un camino más duro, te arriesgas a ser minoría y alcanzar una menor representación institucional, pero te garantiza la coherencia en unos principios. La segunda hay que reconocer que da mejores resultados, conoces el pensamiento mayoritario, lo haces tuyo y, en una segunda fase, intentas presentarte como el portavoz de esa línea política. Los integrantes de la Nueva Izquierda me han hecho descubrir una tercera opción, sin duda brillante. Consigues instantáneamente que tu partido gane las elecciones regionales y tú pasas de ser humilde integrante de la minoría o brillante representante del poder. ¿Cómo se consigue eso?. Yéndote directamente al partido poderoso. En el camino te dejas principios y proyecto pero te vas cargado del mérito de haber intentado hacer todo el daño posible a quien, a partir de entonces, pasa a ser tu contrincante político. Mérito que se reconoce y agradece en el partido nodriza.
Los miembros de NI abandonaron la organización de Pablo Neruda y Rafael Alberti para integrarse en el partido de Javier Solana y José Barrionuevo argumentando que buscaban la unidad de la izquierda. Ahora tendrán como presidentes o secretario regionales a quienes nunca apoyaron el acuerdo preelectoral PSOE-IU, José Bono o Rodríguez Ibarra.
También dijeron que su papel sería trabajar por un giro a la izquierda del PSOE, pero ahora los integrantes de NI se van a un partido socialista que hace pocos meses que celebró su congreso nacional, aprobó sus documentos políticos y eligió a sus órganos representativos, secretario general incluido. ¿Cómo van a conseguir ese giro a la izquierda los miembros del PDNI?. El único patrimonio que aportarán Cristina Almeida y López Garrido al PSOE es la hipocresía y el oportunismo. Basta con recordar las contundentes declaraciones de Almeida, todavía en Izquierda Unida, afirmando que ella nunca se iría al PSOE o ver a López Garrido elaborando informes para CC.OO. sobre la justificación de un recurso de inconstitucionalidad de la Ley de Extranjería y días después declarando que no apoyaría en el Congreso de Diputados ese recuso por "disciplina" con la dirección socialista.
Los nuevos militantes del PSOE estarán orgullosos de pertenecer a la Internacional Socialista, junto a "ilustres" de la política internacional como Carlos Andrés Pérez, Collor de Mello o Bettino Craxi, todos ellos procesados y condenados por corrupción. Serán también compañeros de De la Rúa, cerebro junto al FMI de la crisis económica argentina; Tony Blair, destacado defensor de reparar submarinos nucleares en las inmediaciones de nuestra península; Cardoso, fiel servidor de terratenientes en el asesinato de campesinos sin tierra en Brasil y de la destrucción del Amazonas, o de Ernesto Samper, especializado en ganar elecciones con dinero del narcotráfico colombiano. Sin olvidar su sintonía con Bill Clinton, quien pasará a la historia por masacrar iraquíes y yugoslavos.
Sin duda minucias, comparadas con el placer que da vivir en palacio, firmar en boletines oficiales autonómicos o aplaudir cuando caen las bombas de la OTAN.