La expulsión de Estados Unidos de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas tiene una trascendencia sin precedentes en la historia de la diplomacia norteamericana. El país más poderoso del mundo pertenecía a esta Comisión desde la fundación de la ONU, en 1947, y utilizó todo tipo de estrategias para evitar esa expulsión.
Esta decisión ha sido la consecuencia de una política norteamericana dirigida a utilizar los derechos humanos como arma política contra los países que no comulgaban con sus principios, hasta el punto de llevar a un nivel gravísimo de desprestigio no sólo a la Comisión sino a las Naciones Unidas. Además, eran ya muchos los elementos de la política norteamericana que estaban alejando a este país de lo que la comunidad internacional entiende como modelo de respeto a los derechos humanos. Las propias organizaciones de derechos humanos habían dejado clara su posición respecto a Estados Unidos. Basta recordar las últimas declaraciones del presidente de Amnistía Internacional, Pierre Sané, semanas antes de la expulsión: "EEUU no están respetando la promesa fundamental de derechos para todos en su país y en el extranjero. Miles de personas son víctimas de violaciones de derechos humanos en su territorio, y los EEUU contribuyen a estos abusos proveyendo de equipo y entrenando a gobiernos y a grupos armados que han realizado torturas, matanzas políticas y otros abusos". En sus declaraciones Sané ya insinuaba que EEUU tenía un papel inmerecido en las Naciones Unidas: "Dentro de la ONU, Estados Unidos ha ocupado una posición privilegiada, siendo uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad con derecho de veto, con poder para bloquear decisiones. Durante los años 80, ha ido rechazando el pago de deudas como miembro de la ONU a la vez que intentaba influenciar su política. Una década más tarde, todavía no ha pagado lo que debe, llevando a la ONU al borde casi de la bancarrota. Este doble juego mina la base del sistema internacional de los derechos humanos proponiendo una noción muy selectiva y política de los mismos".
Tras la expulsión la portavoz de Human Rights Watch señaló que"Washington debió imaginárselo porque había mucho resentimiento contra Estados Unidos y sus posiciones sobre temas importantes de derechos humanos, incluida la oposición a un tratado para abolir las minas terrestres, la Corte Criminal Internacional y facilitar medicamentos contra el sida a todo el mundo".
Las presiones a las que sometía a la Comisión habían resultado tan asfixiantes en su última cita en Ginebra que los países miembros han entendido que era más saludable prescindir de Estados Unidos. Las maniobras en el último encuentro de la Comisión el pasado mes de abril para que se aprobase una resolución contra Cuba fueron vergonzosas, cuando se ignoraban las violaciones de derechos humanos en Arabia Saudí, China, Indonesia o Ruanda, según denunció Amnistía Internacional .
La resolución contra Cuba fue escrita por EEUU para que la presentase la República Checa y la prensa internacional informó al detalle de las llamadas telefónicas y presiones que los diplomáticos norteamericanos hicieron a los representantes de los países miembros de la Comisión. La debilidad de Estados Unidos quedó en evidencia al conseguir sacar adelante la resolución por el estrecho margen de dos votos.
La reacción de Estados Unidos ha demostrado que la Administración Bush aún no entiende la necesidad del diálogo y el consenso en política exterior. Las declaraciones del secretario de Defensa Donald Rumself, afirmando que el mundo ha sido "desagradecido" con Estados Unidos tras su lucha contra el comunismo muestran que viven en otro mundo diferente al real. Su supuesta lucha contra el comunismo no tiene nada que ver con el mantenimiento de la pena de muerte, incluso a menores de edad o deficientes mentales, la suspensión del Tratado de Kioto, el apoyo a las patentes farmacéuticas que impiden el tratamiento del SIDA en Africa, la negativa a la creación de un Tribunal Penal Internacional o la carrera armamentística unilateral de Bush con su proyecto de escudo antimisiles.
Las maniobras para no ser expulsado también dejaron en evidencia a la diplomacia norteamericana. El Washington Post ha revelado que Estados Unidos presionó en privado a Austria y a Suecia para que retiraran su candidatura, una humillación que ninguna de las dos naciones aceptó.
Las reacciones tras la votación han estado en la misma línea, amenazando ahora tanto republicanos como demócratas con bloquear el pago de 244 millones de dólares a la ONU, que sería algo así como negarse a pagar a la comunidad de vecinos al no ser elegido presidente. Y eso teniendo pendiente el pago de varios años a la comunidad. No olvidemos que Estados Unidos tiene una deuda con la ONU que asciende a más de mil millones de dólares, lo que demuestra su desprecio a cualquier institución internacional.
El estilo John Wayne también se ha apreciado en algunos representantes norteamericanos. "Averiguaremos qué naciones votaron a título individual en contra nuestra", dijo Elliot Abrams, ex consejero de Derechos Humanos en la ONU. Recordemos que la votación de la expulsión fue secreta, a diferencia de la resolución contra Cuba, en la que los países no podían actuar con la misma independencia.
Y para más inri, el mismo día también queda EEUU fuera de la Junta para el Control Internacional de Narcóticos, lo que demuestra que la comunidad internacional, en la medida en que las instituciones internacionales le permiten actuar con independencia, pasa factura a Estados Unidos. La soberbia de quienes imponen bloqueos económicos criminales, bombardean pueblos y países con la falsa excusa de los derechos humanos, apoyan y encubren a genocidas en Chile o Indonesia, mantienen sangrientas monarquías en Arabia Saudí, Kuwait o Marruecos y ocupan e intervienen militarmente en países como Panamá o Colombia guiados por sus propios intereses, no les puede resultar gratuita ante los pueblos del mundo.