Vivimos tiempos de frentismos territoriales. El objetivo del poder siempre es evitar el conflicto de clases para reconducirlo hacia otros campos, y el territorial siempre dio mucho juego; más todavía si tenemos un sistema de partidos y una ley electoral que promueve los territorios y sus intereses como caladero de votos y de poder. Veamos algunos ejemplos recientes del uso del frentismo territorial.
El presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, pedía solidaridad del resto del país para subir las pensiones en las Islas. Su argumento era que las pensiones en el Archipiélago son de 850 euros frente a una pensión media de 1.150 euros en el Estado. Pero eso no es que los canarios tengan una pensión de 850 y los peninsulares de 1.150. Habrá canarios y peninsulares que tendrán pensiones de 700 euros; y canarios y peninsulares que la tendrán de 2.000. Puestos a reequilibrar pensiones no se trataría de llevar dinero de las pensiones desde la península a la Islas Canarias, sino de las pensiones altas a las bajas, independiente de donde viva el pensionista, algo absolutamente irrelevante. O dicho de otra manera, el canario que tiene una pensión baja no está sufriendo la insolidaridad de los penínsulares, está sufriendo las políticas miserables de un gobierno que no sube la pensiones o que permite contratos precarios y mal pagados que impiden que la Seguridad Social tenga unos ingresos adecuados.
Si para los políticos mirar exclusivamente los intereses de los de su tierra, aunque para ello se olviden de cualquier criterio de justicia social, es una opción muy rentable en términos de popularidad; para los periodistas también lo puede ser. Seguimos con las pensiones y un periodista murciano publicaba que “los murcianos reciben la tercera pensión más baja del país”. De nuevo mi contraargumento anterior. Los murcianos no reciben una determinada cuantía de pensión, ni los gallegos, ni los rubios, ni los que juegan al ajedrez, cada uno recibe una pensión en función de unos criterios que podemos considerar justos o injustos, pero que no tienen relación ni con tu residencia ni con tu color de pelo. De ahíque sembrar la sensación de que los murcianos son víctimas de una injusta redistribución de las pensiones es generar un frentismo territorial a costa de despertar apoyo entre tu parroquia.
Si tenemos por delante un conflicto independentista, el frentismo y la intención de establecer patrones generales entre unos habitantes y otros es constante. Un comportamiento soberbio y lerdo por parte de un centralista es rápidamente generalizado por un independentista que lo contrapone al “seny” catalán. Y el comentario xenófobo y chauvinista de un catalán es utilizado por el centralista para denunciar a todo un pueblo como racista. Basta observar como ambos hooligans dividen el panorama entre “medios españoles” y “medios catalanes”. Como si la ideología de los medios viniese de la tierra donde tienen la redacción y no de sus accionistas.
Hace unas semanas, cuando algunos criticamos los precios disparatados del recién inaugurado AVE entre Valencia y Castellón, se nos respondió que la puesta en marcha de ese tren, una vez más, era el resultado de los intereses de los madrileños. Como si ganasen muchos los albañiles de Móstoles con ese ferrocarril y no los accionistas de las empresas constructoras Dragados o Tecsa, que bien pueden ser de Castellón o de Bilbao. O de Suiza, porque ellos sí que saben que no deben pelearse en nombre de la patria.