Se veía venir. Todos los que alguna vez, con intencionalidad o sin ella, hemos escuchado alguna tertulia radiofónica de las tan de moda desde los últimos años de la etapa socialista, nos hemos desesperado por no poder inmortalizar de alguna manera muchas de las estupideces que estábamos oyendo. Eso es lo que ha hecho Javier Vizcaíno en su libro. Una obra inspirada en las citas textuales de los tertulianos de las radios madrileñas, aderezadas con algún breve comentario del autor, y que se basa en el programa de radio con el mismo título que dirige en la emisora pública vasca.
La temática dominante es la cuestión vasca, un asunto que parece que activa en muchas personas las neuronas responsables de la verbalización de tonterías. Reconozco que el título “Cocidito madrileño” me pareció al principio algo soberbio e impertinente, en especial para los que, sin ser madrileños, tenemos una grata experiencia del carácter acogedor de esta gente. Pero cuando uno lo ha leído se da cuenta de que se trata de un libro escrito en defensa propia y que si a alguien deja en evidencia o en ridículo, no es al ciudadano madrileño o castellano, sino a la “corte de meninas y bufones”, por utilizar la expresión de Antonio Alvarez-Solís en el prólogo, protagonista de los disparates y sandeces que aquí se recogen.
La obra está siendo un éxito en Euskadi, pero a mi me gustaría que la leyéramos los de interior porque supondría, en estos tiempos tan monocordes, situarnos, para muchos por primera vez, en un ángulo diferente de la cuestión. No se trata de comprender o hacernos partícipes de ningún sentimiento nacionalista, algo que nunca encontraría en mí acogida alguna, sino de ser testigo de las cotas de sandeces, barbaridades y memeces que se pueden alcanzar con el único objetivo de desacreditar al nacionalismo vasco. Es entonces cuando uno se encuentra ante el verdadero fundamentalismo ideológico, el que emana de esos tertulianos fervorosos que parece que les va la vida en cargar contra el sentimiento vasco. Un sentimiento nacional que algunos podemos no compartir, pero que tenemos cosas mejor que hacer que dedicarnos a embestir contra quienes lo tienen.
Y es que ya lo dice en el prólogo Alvarez-Solís, “ningún político español ha hecho tanto por la independencia de Euskadi como el Sr. Aznar”. Estoy convencido de que escuchar a los tertulianos de “Cocidito madrileño” crea más nacionalismo entre los vascos que el más brillante discurso de Arzalluz.
En algunas ocasiones el mejor modo de aportar algo al sentido común es dejar hablar a quienes tienen como único argumento de debate la concatenación de estupideces. Algo parecido a lo que hizo el periodista colombiano Hernando Calvo con los disidentes cubanos. Se limitó a entrevistar a sus líderes en la obra “¿Disidentes o mercenarios?” y logró una de las mayores aportaciones a la defensa del socialismo cubano.
En cualquier caso, el gran valor de “Cocidito madrileño” es que termina con la impunidad de quienes, refugiados en la fugacidad de la palabra hablada, pretenden sentar cátedra mediante el insulto y la necedad. Javier Vizcaíno ha encontrado el mejor modo de dejarlos en evidencia: imprimir en papel sus propias palabras.
“Cocidito madrileño”, de Javier Vizcaíno. Editado por la editorial Foca.