– Cuando uso una palabra –dijo Humpty Dumpty- ésta quiera decir lo que quiero que diga, ni más ni menos.
–La pregunta es –insistió Alicia- si se puede hacer que las palabras puedan decir tantas cosas diferentes.
–La pregunta –dijo Humpty Dumpty-, es saber quién es el que manda… eso es todo.
Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas
Con esta divertida e inteligente cita comienza Vicente Romano su libro “La intoxicación lingüística. El uso perverso de la lengua”. A lo largo de sus doscientas páginas este veterano doctor en Comunicación Pública que tanto nos ha enseñado a muchos, nos expone cómo funciona el sistema de manipulación a través de lo que él denomina “uso perverso de la lengua”. Así podemos comprobar como en las noticias, los buenos “confirman”, “advierten”, mientras que los malos “engañan” y “amenazan”. Las bombas, cuando se quiere justificar una guerra (que no se llamará guerra sino “campaña” o “liberación”), son “inteligentes” y se denominan de forma bucólica como “margarita” o “de racimo”, y no caen donde viven personas sino en el “teatro de operaciones”, por tanto no matan a inocentes, sólo provocan “daños colaterales”
Y para no alarmar cuando la Bolsa baja pues se dice que ha tenido un “crecimiento negativo”.
Y como Romano no va a caer en el nuevo orden comunicacional impuesto al lenguaje pues habla de “discurso capitalista”, de “propaganda” y de “utopía”. Esas palabras que el discurso dominante ha casi logrado erradicar de nuestro vocabulario.
Vicente Romano nos aclara que el discurso capitalista lleva intrínseco un modelo de periodismo de titulares, que desplaza y confunde con la emocionalización, “la realidad política se sustituye por el grito o el slogan”. La brevedad impuesta conlleva la descontextualización, lo que viene a garantizar la incomprensión de los procesos, los matices, los diferentes ángulos de los acontecimientos. Como conclusión nos encontramos con “muchas noticias que se olvidan al cabo de un par de horas y con las que el receptor no sabe qué hacer porque no está en condiciones de comprender su origen, su alcance ni su significado”. “Por eso la imagen sustituye a la información, el pensamiento indiviso a la reflexión y el mito que rodea el poder al pensamiento crítico”, afirma Romano. Y nada de eso se podrá superar apelando a los legisladores o a la responsabilidad de periodistas y editores, asegura nuestro autor. Es necesario, afirma, apostar por “medios alternativos que no funcionen con criterios comerciales, y denunciar los intereses de la industria medial” junto con un trabajo de educación en los colegios que establezca el estudio de los medios como asignatura. “Descubrir las contradicciones, analizarlas y comentarlas sigue siendo el gran cometido”, añade.
Romano repasa a lo largo de nuevos capítulos elementos claves de nuestro sistema de comunicación como la información, la propaganda, la economía, la política, la educación o el terrorismo. En todos estos ámbitos se desarrolla un modelo de comunicación diseñado y preparado para confundir y manipular a la opinión pública. Todo ello ilustrado por el magnífico Kalvellido que logra revalorizar (en términos de valor de uso) todo lo que toca.
El que encontremos en esta obra afirmaciones que a muchos nos puedan parecer de Pero Grullo, no debe hacernos olvidar que es necesario repetirlas todas las veces que sea necesario hasta que la gran mayoría de la población las tenga asumidas. Verdades como que “todo proceso informativo se ve afectado necesariamente por intereses socioculturales, políticos y económicos”, que “los medios orientados por el mercado son enemigos de la vida pública” o que “la propiedad de los medios determina su carácter democrático y su estilo”. Vicente Romano termina uniéndose a ese clamor que reivindica “la libertad de información, entendida, no sólo como libertad de expresión, sino como libertad de acceso a las informaciones y conocimientos necesarios para el desarrollo individual y colectivo”.
El libro de Vicente Romano es de esos trabajos que los ciudadanos deberían conocer antes de exponerse a los medios de comunicación, una especie de manual para sobrevivir a los medios, donde además se incluyen propuestas de saneamiento, de alternativa, de resistencia. Sin duda hacen falta muchos profesionales y especialistas en comunicación como Romano en las universidades para poder adecentar esta profesión y abrirle los ojos a los nuevos profesionales y a los ciudadanos. Sólo desde ahí podrá venir el cambio necesario.
Vicente Romano. “La intoxicación lingüística. El uso perverso de la lengua”. Editorial El Viejo Topo. www.elviejotopo.com