Una de las deficiencias de los análisis de los acontecimientos políticos es la ausencia de suficientes antecedentes que permitan comprender lo que está sucediendo. Precisamente este defecto no se le puede achacar a este libro de Samir Amin, donde el autor, en algunos momentos, se remonta nada menos que al mundo árabe antes de Cristo para diseccionar lo que está sucediendo en el siglo XXI. De hecho, solo el primero de los cinco capítulos se centra en los estallidos de 2011, los otros cuatro, como dice el autor, «trazan la evolución, desde el punto de vista de la larga duración, del lugar ocupado por el mundo árabe en los sistemas mundiales de ayer y de hoy, en el marco de la ‘historia global'».
Samir Amin, aunque presta especial atención a Egipto, analiza gran número de países de la región, y advierte sobre esos movimientos islámicos que se presentan como moderados, al estilo de los Hermanos Musulmanes, y que son los mejores aliados de Estados Unidos al comprobar que algunos de sus regímenes han resultado insostenibles (Túnez, Egipto): «Estados Unidos no puede confesar que su estrategia tiende a instalar regímenes ‘islámicos’ en la región. Tienen que actuar como si ‘eso les diera miedo’. De esa manera legitiman su ‘guerra contra el terrorismo’ que, en realidad, persigue otros objetivos: el control militar del planeta destinado a reservar a los Estados Unidos-Europa-Japón el acceso exclusivo de los recursos». De modo que el Islam político es el aliado estratégico de los Estados Unidos y de sus socios subalternos de la OTAN en todo el mundo musulmán. En opinión de Amin, «Washington no hace más que sustituir las gastadas autocracias del superado populismo por autocracias oscurantistas supuestamente ‘islámicas'». Por su parte, Europa se incorpora al intervencionismo militar en nombre de una falsa defensa de la democracia que asume un ‘islam moderado’ en el poder que, en palabras de Samir Amin, no es otra cosa que un islam ‘dócil’ que «se inscribe en la sumisión a las exigencias de la gestión capitalista liberal mundializada de la vida económica». Así, en el mundo árabe e islámico se crea una asociación de «alienaciones complementarias, mercantil y religiosa, que se expresa en la doble adhesión a la sumisión al ‘mercado’ y al proyecto de Estado teocrático». La lectura que nuestro autor hace del desarrollo de las primaveras árabes no puede ser más inquietante: «las fórmulas del capital de los monopolios mundializados se articulan para el Sur en torno a algunas variantes que difieren poco entre sí: la dictadura policial sin proyecto (el modelo dominante de los últimos cuarenta años) o la dictadura de teocracias conservadoras (el proyecto de Washington para nuestros días), en el mejor de los casos moduladas por impotentes apariencias de democracia electoral». No olvidemos que la más miserable y explotadora de las economías neoliberales es perfectamente compatible con la sharia y el islam. Si lo ha sido durante siglos con el catolicismo en occidente, ¿por qué no puede servir para otros cuentos siglos futuros en los países musulmanes?
Otra de las ideas eje de Samir Amin es recordar que el islamismo no forma parte obligada de la historia de los países árabes. Para ello nos recuerda un pasado de masivo apoyo comunista en países como Afganistán, Yemen, Iraq o Sudán, y los diferentes métodos que se aplicaron para impedir que llegaran al poder. Fueron muchos los proyectos políticos modernistas, laicizantes y potencialmente portadores de evoluciones democráticas, desde Yemen del Sur a Argelia, pero que, al entrar en confrontación con el imperialismo dominante, este los combatió sin descanso y, a tales efectos, movilizó sin descanso a las fuerzas oscurantistas en decadencia: «Conocemos la historia de los Hermanos Musulmanes, creados en los años 20 en Egipto por los británicos y la monarquía para frenar la marcha del Wafd demócrata y laico. Conocemos la historia de su retorno en masa de sus asilos sauditas, organizado por la CIA y Sadat después de la muerte de Nasser. Conocemos la historia de los talibanes formados por la CIA en Pakistán para combatir a los ‘comunistas’ que habían abierto las escuelas para todos, niños y niñas. Y hasta se sabe que los israelíes apoyaron a Hamas en sus inicios para debilitar las corrientes laicas y democráticas de la resistencia palestina». Por ello Samir Amin critica a «los amigos occidentales ‘culturalistas’ que exhortan a respetar la diversidad de convicciones». Según nuestro autor, «pocas veces se informan sobre los procedimientos aplicados por los poderes para dar la imagen que les conviene».
Samir Amin también tiene unas palabras destinadas a la «izquierda europea»: «Si dejaran de solidarizarse con los proyectos imperialistas europeos de apoyo incondicional al designio colonial israelí y las intervenciones militares de los Estados Unidos en la región, los pueblos de Europa contribuirían sin duda alguna, a facilitar al mundo árabe la salida del callejón sin salida de las ilusiones nostálgicas hacia el pasado».
Amin, Samir. «¿Primavera árabe? El mundo árabe en la larga duración». El Viejo Topo. 2011