Se ha escrito mucho sobre el libro Gomorra, de Roberto Saviano. Las críticos y las reseñas lo presentaban como un trabajo de investigación sobre la Camorra Napolitana, pero leyendo los métodos de trabajo de esa organización criminal, sus principios, sus objetivos y su ausencia de escrúpulos se descubre que la Camorra es el fiel reflejo del neoliberalismo y la globalización. Se trata de la mejor organización que ha entendido cómo funciona la economía capitalista y qué estrategias debe adoptar para desenvolverse en ella. El resultado -cuenta Saviano- es que la Camorra “ha terminado alimentado el mercado internacional de la confección, el enorme archipiélago de la elegancia italiana”. Explotación laboral con salarios de miseria, deslocalización de empresas de producción hacia los lugares menos controlados por el Estado, evasión fiscal… En dos palabras: el paraíso neoliberal.
En el puerto de Napoles transitan ciento cincuenta mil contenedores: las prendas que vestirán los niños parisinos durante un mes, las varitas de pescado que comerán Brescia durante un año, los relojes que ceñiran las muñecas de los catalanes, las sedas de todos los vestidos ingleses de una temporada. 1.600.000 toneladas procedentes de China. Según la agencia de Aduanas italiana, en ese puerto el 60 por ciento de la mercancía escapa a las inspecciones. Todo bajo el poder de la Camorra. Los aranceles, el IVA y la carga máxima de los camiones son lastres para el beneficio, auténticas aduanas de cemento armado para la circulación de mercancías y de dinero. Todo ello debe ser burlado por la Camorra. Es el nirvana de la globalización, el sueño de Friedrich Hayek.
El Sistema -término con el que denominan a la Camorra- asfixia al pequeño empresario para lograr acabar con su independencia y que termine trabajando para ellos. Competencia le llaman a eso en la Escuela de Chicago. La similitud entre Camorra criminal y neoliberalismo no es una fantasía mía, la reconoce el propio Saviano, pero a ese detalle no le han prestado atención los críticos y los medios: “La lógica del empresariado criminal, el pensamiento de los boss coincide con el neoliberalismo más radical. Las reglas dictadas, las reglas impuestas, son las de los negocios, el beneficio, la victoria sobre cualquier competidor. El resto es igual a cero. El resto no existe. Estar en situación de decidir sobre la vida y la muerte de todos, de promocionar un producto, de monopolizar un segmento de mercado, de invertir en sectores de vanguardia… “. Puro Milton Friedman.
Saviano detaca que el barrio de Secondigliano, epicentro de la Camorra en la ciudad de Napoles, mantiene “los pilares de la economía, el filón oculto, las tinieblas donde encuentra energía el corazón palpitante del mercado”. Es decir, el sistema productivo neoliberal encuentra en la ley de la Camorra el ambiente perfecto para su desarrollo. Si, en el capitalismo, un alcalde quiere industrializar su ciudad, la puede dejar en manos de las organizaciones criminales que ellas son las que mejor entienden las leyes para triunfar en el mercado.
Los paralelismos son impresionantes. Dice el autor que cuando cayeron los regímenes comunistas en Europa del Este, los clanes de la Camorra entraron en esos países y negociaron con los nuevos dirigentes conversos al mercado los depósitos de armas (incluso las transportaron en camiones a los que les pusieron el símbolo de la OTAN) y, más tarde, llevaron a esos países varias producciones industriales en buenas condiciones laborales para los empresarios. Precisamente, eso mismo es lo que hizo el capitalismo en los países ex comunistas.
En cuanto al narcotráfico, el éxito de los clanes de Secondigliano -cuenta Saviano- se basó en “liberalizar a nivel local completamente la cocaína permitiendo que cualquiera pueda convertirse en narcotraficante, consumidor y camello”. Exactamente lo que hizo Margaret Thatcher en el Reino Unido con la Bolsa: convertir a todos los ciudadanos en pequeños accionistas fascinados por el mercado de las cotizaciones.
El vocabulario también es muy elocuente. Si la Camorra se denomina el Sistema, los camorristas de Caserta se definen como “empresarios”, “nada más que empresarios”, afirma Saviano. El capo de la mafia siciliana «Totó» Riina llamaba “comunistas” a los jueces y todos los que le atacaban y criticaban, precisamente lo que hacen los neoliberales a sus opositores.
Los partidos que son apoyados por la Camorra les sucede lo mismo que cuando son apoyados por el dinero y las empresas: se disparan sus votos. En 1992, en Casal di Principe, los clanes se pelearon con la Democracia Cristiana y decidieron apoyar al Partido Liberal Italiano, y éste pasó de un 1 por ciento de voto a un 30.
Dice Saviano que “el empresario italiano que no tenga la base de su imperio en el cemento (la construcción) no tiene esperanza alguna”. Por eso la Camorra controla la construcción en las regiones donde se implanta. Casal di Principe es un municipio emblemático de la Camorra, allí se produce lo más lógico en una localidad donde el capitalismo está triunfando: figura entre los primeros puestos de Europa en cifras de venta de automóviles Mercedes. Pero también ostenta el de mayor índice de homicidios de Europa. La ley de la Camorra, como la del mercado, debe imponerse en muchas ocasiones a sangre y fuego.
Dice Roberto Sabiano que el funcionamiento de la Camorra “adelgaza la barrera que se alza entre la ley y el imperativo económico, entre lo que prohíbe la norma y lo que impone el beneficio”. Mientras la Camorra violenta la norma, el neoliberalismo propugna su ausencia, el laissez faire. Ambos tienen el mismo objetivo y, también, el mismo medio.
El último capítulo de Gomorra es escalofriante. En él se repasan las tropelías medioambientales de este sindicato del crimen que les han permitido enriquecerse convirtiendo sus tierras en los vertederos tóxicos de Europa. ¿Por qué no han tenido “el menor escrúpulo en recubrir de veneno sus propios pueblos, dejando pudrise las tierras que rodeaban sus propias villas y sus propios dominios”? La respuesta la da Saviano, es una respuesta ideal para comprender el funcionamiento del capitalismo en todo el planeta: “Ahogar en residuos tóxicos un territorio, rodear los propios pueblos de montañas de veneno puede resultar un problema solo para quien posea una dimensión de poder a largo plazo y dotada de una responsabilidad social. En la inmediatez del negocio, en cambio, no hay más que un elevado margen de beneficios y la ausencia de cualquier contraindicación”. Envenenar la tierra fue el más eficaz de los métodos para ser competitivos, entendieron cómo funciona el sistema económico: “¿Y sabes cuántos obreros han podido salvar el culo gracias a que yo he hecho que sus empresas no se gasten un carajo?”, le dice a Saviano un joven ejecutivo de los que se dedican a deshacerse ilegalmente de los residuos tóxicos de las empresas. “Muchas empresas del norte habían podido crecer, contratar, hacer competitivo todo el tejido industrial del país hasta el punto de poderlo impulsar hacia Europa, gracias a haberse liberado del lastre representado por el coste de los residuos, que los clanes napolitanos y casertanos les habían aligerado”, afirma el autor.
La Camorra, el crimen organizado, no es una excrecencia aberrante del neoliberalismo y la globalización, es su epicentro, su núcleo duro, su principio más puro de funcionamiento. Gomorra no es simplemente un libro sobre el crimen, es un libro que muestra cómo el capitalismo es el crimen. Se ha escrito mucho para explicar el funcionamiento criminal del capitalismo, pero Saviano logra explicar el funcionamiento puramente capitalista del crimen.
Saviano, Roberto. Gomorra. DeBolsillo. Barcelona 2009. Traducido de Teresa Clavel y Francisco J. Ramos Mena.