Hablamos mucho de las fake news y de la posverdad, es verdad que existe una estructura tecnológica y mediática que favorece su difusión y permite su impunidad, pero se nos olvida desarrollar el mecanismo de apelación a las emociones y a tus creencia por el que se desarrolla la posverdad. Es decir, analizar el sustrato psicológico y emocional que hay detrás de miles de personas siguiendo idearios claramente falsos, científicamente insostenibles y absurdos en su planteamiento. Desde terraplanistas a antivacunas, a los que ven el bolivarianismo en nuestro gobierno, se creen amenazados por feminazis o invadidos por menas (menores no acompañados). Pero también están los que, desde el otro lado, nos dicen que la verdadera revolución es combinar su barba con tacones y lápiz de labios o consideran que su adorable gato merece más recursos sanitarios de cuidados intensivos en el hospital que su antipático vecino. Luego están los que están convencidos de que viven en una república catalana, y quienes creen que lo mejor de este gobierno es que va a legislar para que «podamos ser lo que queremos ser».