Hemos asistido en los últimos años a la desaparición del término “clase social” del vocabulario de los políticos y de los grandes medios de comunicación. Un concepto fundamental del análisis sociológico y político de los siglos XIX y XX ha terminado proscrito en el mayor caso de limpieza lingüística por razones ideológicas que se conoce. El joven escritor y activista británico Owen Jones, en su libro Chavs. La demonizacion de la clase obrera (Capitan Swing, 2012), cuenta cómo en 1990 los laboristas, en un comité creado por el Gobierno para revisar la clasificación social utilizada en las estadísticas oficiales, se unieron a la estrategia del thatcherismo de vetar cualquier referencia a la clase social.
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La aureola romántica de la piratería ha provocado que algunos autores encuentren en esa figura la de quienes se enfrentan con dignidad y coherencia al orden establecido. Por otro lado, la acuñación del concepto “eje del mal” le ha servido a Tariq Ali para recurrir al de “eje de la esperanza”.
Tras las amenazas judiciales a varios humoristas y publicaciones satíricas como El Jueves o Mongolia, más de 100 humoristas gráficos han firmado el pasado 9 de noviembre un manifiesto en el que hacen un llamamiento a respetar la libertad de expresión, propia de una democracia, y piden la derogación de la Ley Mordaza.