Ha sido curiosa la reacción de la primera ministra ucraniana Yulia Timoshenko tras las elecciones presidenciales en su país el pasado 7 de febrero. Según ella, hubo fraude generalizado en las votaciones que dieron la victoria a Viktor Yanukovich, algo bastante sorprendente, no es fácil que sea el candidato opositor quien pueda lograr un fraude en su provecho frente al partido gobernante. Quizás sea bueno recordar que a Yulia Timoshenko ya le fue bien la estrategia del pataleo cuando las urnas no le eran favorables en las anteriores votaciones.
En las elecciones presidenciales de 2004 venció el candidato oficialista proruso Viktor Ynukovich, algo que indignó a Timoshenko que apoyó al opositor Viktor Yúshchenko. Fue entonces cuando desencadenó la denominada revolución naranja que tanto apoyó despertó en un Occidente deseoso de alejar a Ucrania a la órbita rusa. Finalmente lograron anular los resultados electorales y celebrar unas nuevas elecciones ya éstas ganadas por su candidato Yúshchenko que la nombraría primera ministra.
Ahora de nuevo ha vuelto a perder las elecciones, seguramente pensó que por qué no podía repetir la operación: revuelta naranja, apoyo occidental, repetición de elecciones y lograr el gobierno. Pero convencer al mundo que siempre ganas tú las elecciones aunque tengas menos votos en las urnas, y que te dieron el pucherazo los aspirantes mientras tu gobernabas ya era demasiado. Los observadores internacionales la han convencido de que lo deje estar.