Conocíamos la capacidad que tiene el mercado de apropiarse de cualquier causa social, icono de lucha o lenguaje reivindicativo para neutralizarlo y, además, ganar dinero. Por eso vemos cómo las empresas hidroeléctricas emiten anuncios contra el calentamiento global, a El Corte Inglés vendiendo tazas con la cara del Che o a una empresa de refrescos denominando «revolution» a un zumo.
Todo ello tiene también su versión, igual de miserable, en los medios de comunicación. Hace años observé un concurso en una televisión privada venezolana en el que el premio consistía en la cobertura sanitaria para la intervención quirúrgica por alguna enfermedad grave que padecía el concursante o un familiar del concursante. Mientras que el que perdía se quedaba sin asistencia médica, la audiencia percibía que los de la televisión habían salvado la vida del ganador.
Recientemente, la cadena de televisión estadounidense CBS anunciaba el estreno en octubre del concurso The Activist. La idea era presentar a seis activistas de diferentes causas sociales -la salud, la educación y el medio ambiente- que deben competir. A ellos se unirán tres celebrities por eso de poner un famoso en tu plató.
Please follow and like us: