Los atentados en Estados Unidos han levantado un clamor mundial contra el terrorismo. Gobiernos occidentales y ciudadanos bienintencionados no dudan en considerar que se necesitan políticas internacionales de lucha contra el terrorismo, las organizaciones terroristas y los individuos considerados terroristas. La gran falacia de ese mensaje primario -lucha contra el terrorismo- es que no es otra cosa que la potestad con la que se dotan algunos gobiernos, y en especial el norteamericano, para señalar qué personas o colectivos se consideran terroristas con el único criterio de haberlo decidido el Departamento de Estado norteamericano, lo que hace ya innecesaria cualquier prueba o juicio.
Hace 16 años Nelson Mandela era considerado "terrorista" por el gobierno de Estados Unidos, y los guerrilleros mujaidines en Afganistan, entre cuyas filas estaba Osama Bin Laden, eran calificados de "héroes luchadores por la libertad" por su labor en la guerra contra la Unión Soviética. En 1985, el entonces presidente Ronald Reagan invitó a la Casa Blanca a los líderes mujaidines, apadrinados y financiados por la Agencia Central de Inteligencia. El presidente afirmó que "los mujaidines afganos son el equivalente moral de los próceres de Estados Unidos".
El problema es que, según el reconocido intelectual Eqbal Ahmad, "el terrorista de ayer es el héroe de hoy, y el héroe de ayer se convierte en el terrorista de hoy". Pero, además, la potestad del calificativo casi siempre corresponde a los todopoderosos, quienes a su antojo satanizan o santifican, según se esté a su servicio o no.
Este mismo intelectual recordaba que en los años treinta, las fuerzas clandestinas judías en Palestina eran consideradas como una organización "terrorista", y fueron ofrecidas recompensas de cien mil libras esterlinas por la captura de Menachem Begin, hombre que más tarde fue el primer ministro electo de Israel. Años más tarde, cuando los poderosos crearon el estado de Israel, los terroristas pasaron a ser los palestinos, en especial la OLP. Sin embargo, cuando se iniciaron los diálogos palestino-israelíes, el líder de la OLP, Yaser Arafat, pasó de ser terrorista a ser el líder internacional más veces recibido por el presidente Bill Clinton.
Otros analistas, como el profesor Michael Klare, han señalado que George Washington y sus tropas fueron considerados "terroristas" por el imperio británico. Consideración similar a la que tenían de Gandhi.
Asimismo, el recién elegido presidente de Timor Oriental, Xanana Gusmao, era hasta hace poco un terrorista separatista a ojos de las potencias occidentales amigas del dictador indonesio Suharto.
Con la perspectiva del tiempo, nadie en la actualidad dudará del carácter terrorista de dictaduras patrocinadas por EEUU como las de Somoza o Batista. Algo parecido ocurre con algunos líderes que pasan fácilmente, a ojos del Departamento de Estado, de terroristas a luchadores por la libertad. Es el caso del nicaragüense Edén Pastora que de terrorista sandinista paso a héroe de la contra antisandinista. Recordar que en su época "terrorista" luchaba contra la dictadura de Somoza y en su fase "heroica" en la "contra" guerreaba contra el legítimo gobierno sandinista que había ganado unas elecciones generales.
El caso de Bin Laden ya se ha repetido en la historia de las amistades/enemistades de los servicios secretos de Estados Unidos. Varios de sus "luchadores por la libertad", como Sadam Hussein durante la guerra de Iraq-Iran, Noriega en Panamá o Montesinos en Perú, han pasado a convertirse en terroristas perseguidos sin cambiar un ápice su ideología.
La capacidad del mensaje único de los grandes medios para condicionar la opinión pública es fundamental. Se da la triste coincidencia que la imagen mundial de todas esas personas o regímenes suele coincidir con la imagen del Departamento de Estado norteamericano. De la absoluta desorientación en cuanto a la autoría de los atentados hemos pasado al consenso en la responsabilidad de Osana Bin Laden con la única prueba de la afirmación del presidente George Bush. Irrelevante resulta que el saudí lo niegue o que algunos no podamos entender cómo un tipo que hace dos años huía con dos centenares de hombres desde Sudán, al parecer con muchos maletines de dinero, a las montañas remotas de Afganistán tenga ahora una red mundial de terrorismo y nos regale vídeos en todas las cadenas de televisión de árabes disparando a una pantalla gigante con la foto de Clinton. La falta de rigor en la información de los servicios de seguridad de Estados Unidos es tal que dos de los supuestos terroristas suicidas que pilotaron los aviones y cuyas fotos fueron difundidas por el FBI, han aparecido vivitos y coleando según la prensa de Arabia Saudí. Walid al Sheheri y Said Hussein Gharamallah son pilotos de Saudi Arabian Airlines, éste último vive desde hace nueve meses en Túnez, donde sigue un curso de perfeccionamiento financiado por su empresa.
Y si analizamos la lista de organizaciones terroristas, según el criterio del Departamento de Estado norteamericano, observamos como el IRA irlandés no es terrorista y sí las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuyos representantes están sentados desde hace más de un año con el gobierno colombiano negociando la paz y sus portavoces en Europa asisten a todo tipo de actos públicos en España. El Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN) también se considera terrorista, mientras los paisanos del sacerdote fundador de esta organización, Manuel Pérez, lo homenajeaban en su pequeña localidad natal en Zaragoza tras su muerte por causas naturales en las montañas de Colombia.
En conclusión, la opinión pública mundial debería mantener todas sus reservas ante esos juicios unilaterales de quienes, al margen de jueces, tribunales y pruebas, se consideran con la potestad de decirle al mundo quienes son terroristas a los que hay que aniquilar y quienes luchadores por la libertad.