Hace unas semanas el columnista de ciencia de Público Manuel Lozano Leyva destacaba el paralelismo que habían hecho los medios de comunicación entre la tragedia de Bhopal en la India, y la de Chernóbil, en Ucrania. Probablemente en su discurso ese paralelismo haya existido, pero en términos cuantitativos es evidente que el protagonismo mediático de Chernóbil ha sido mucho mayor que el de Bhopal. Si preguntáramos a cualquier viandante sobre esos nombres, la mayoría asociarían el primero con el desastre de aquella nuclear mientras que no estoy tan convencido de que relacionen el segundo con la fuga de un pesticida tóxico. En cambio, como recordaba Lozano, Bhopal provocó 25.000 muertos, mientras que en Chernóbil fueron 57. Es verdad que se declararon unos 4.000 cánceres de tiroides, pero con una supervivencia entre 92% y 96%. Nada más alejado de mi intención que minusvalorar los peligros de la energía nuclear, pero sí es necesario mostrar el doble rasero informativo entre una tragedia fruto de la incompetencia sucedida en un país entonces socialista en la órbita de la URSS y la ocurrida en un país capitalista fruto de la ambición empresarial de una multinacional estadounidense que despreció la vida de los indios.
A lo largo de la historia encontramos más situaciones de similar doble rasero. Por ejemplo, está habitualmente aceptado que el comunismo chino fue responsable de las hambrunas que sacudieron ese país entre los años 1958 y 1961. Los economistas Jean Drèze y Amartya Sen (premio Nobel de Economía) calcularon que, partiendo de condiciones básicas similares, China y la India siguieron diferentes vías de desarrollo y la diferencia entre los sistemas sociales de los dos países, especialmente en lo concerniente a la atención sanitaria, dieron como resultado 3’9 millones de muertes suplementarias en la India. Eso significa, según los economistas, que “la India genera más cadáveres cada ocho años que los que China generó en su período de hambrunas”. Sin embargo, en el imaginario colectivo transmitido por los medios han quedado las hambrunas chinas pero no las indias. Por supuesto, las primeras se achacan al comunismo, a nadie se le ocurre hablar de las hambrunas del capitalismo de la India.
Es evidente que la historia la escriben los vencedores, y que hoy ése es el capitalismo. El segundo problema es que, además, los amanuenses, los medios, también son del capitalismo.
Pascual Serrano es periodista. Sus últimos libros son «El periodismo es noticia» (Icaria) y Desinformación (Península).