Hemos asistido en los últimos años a la desaparición del término “clase social” del vocabulario de los políticos y de los grandes medios de comunicación. Un concepto fundamental del análisis sociológico y político de los siglos XIX y XX ha terminado proscrito en el mayor caso de limpieza lingüística por razones ideológicas que se conoce. El joven escritor y activista británico Owen Jones, en su libro Chavs. La demonizacion de la clase obrera (Capitan Swing, 2012), cuenta cómo en 1990 los laboristas, en un comité creado por el Gobierno para revisar la clasificación social utilizada en las estadísticas oficiales, se unieron a la estrategia del thatcherismo de vetar cualquier referencia a la clase social.
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El 26 de junio, el diario El Mundo, como el resto de los medios españoles, informa que “El Gobierno retirará 350 millones de bombillas tradicionales en España en tres años”.
Intervención en las Jornadas “Pobre mundo rico” en Santiago de Compostela el 15 octubre de 2007.
Escrita en 1929, esta biografía de Joseph Fouché (1759-1820) desde la Revolución Francesa hasta la caída y postrimerías del Imperio napoleónico descubre la psicología de un animal político excepcional. “Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista”, son los calificativos que la historia guarda para este personaje.
Sólo el año pasado, los seis principales grupos bancarios españoles (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell y Bankinter) se embolsaron 27.959,1 millones de euros en concepto de comisiones. Eso supone un 32,9% más que la cifra registrada en 2013, año en que las comisiones les reportaron 21.036 millones, es decir, 6.922,7 menos.