El poder ideológico de un sector no es solamente el número de seguidores que tiene en una sociedad, sino también su capacidad de imponer sus temáticas en la agenda informativa. Olvidamos que, incluso cuando parece que generan un debate absurdo del que salen perdiendo, solamente con haberlo creado y haber hecho a medios, clase política y ciudadanos entrar han conseguido un éxito político. Sobre todo si logra desplazar del enfoque ciudadano problemas más importantes. Es lo que está sucediendo en España con Vox y la ultraderecha. Se diría que no hay mes que no terminemos debatiendo sobre su última salida de pata de banco. A primeros de agosto lo logró un diputado de Vox por Barcelona sobre el topless en las piscinas municipales. Le bastó decir algo como esto: «El Ayuntamiento de Barcelona ahora decide que mis hijos han de ver topless cuando yo como padre he decidido educarles en el valor de la intimidad. Esta izquierda es terrorífica. Defender la libertad es respetar a quien quiere ir a una piscina pública y no ver topless». No importa tanto si consiguió aplausos como abucheos con su comentario, el éxito fue acaparar la agenda.