Los recientes foros sociales han abordado un apasionante debate en torno a la necesidad de la toma del poder o no. Se trata de una idea lanzada por el zapatismo donde, rompiendo con la tradición de los movimientos guerrilleros que luchaban por derrocar y desplazar gobiernos, afirmaba que su objetivo no era tomar el poder en México. Era la misma tesis que defendía John Holloway en su libro “Cambiar el mundo sin tomar el poder”. La discusión tomó total protagonismo en el último Foro Social Mundial en Caracas, un país cuyo gobierno se ha alineado con los principios alterglobalizadores de los organizadores y precursores de estos foros. De ahí la diferencia entre quienes apuestan por intentar cambiar las estructuras sin necesidad de alcanzar gobierno y quienes piensan que ese modelo está agotado y que, observando los ejemplos de Venezuela o Bolivia, es hora de aspirar a otro mundo posible tomando las riendas gubernamentales.
Y hago esta reflexión para trasladarla a los medios de comunicación alternativos. Hace diez años, las experiencias en este ámbito pretendían sacar del silencio noticias, luchas y movimientos que los grandes medios estaban ignorando premeditadamente. Algunos incluso los denominan medios de contrainformación, término que no comparto porque, entiendo, supone reconocerles a los comerciales el patrimonio de la información.
Con el tiempo, y con el desarrollo de algunas tecnologías de la información, en especial internet, hemos podido comprobar que el despegue de los alternativos ha sido tal que ya se nos queda pequeño el reto de desvelar las informaciones silenciadas. Podemos aspirar a plantear un nuevo modelo y un enfoque distinto de prácticamente todos los acontecimientos de la agenda informativa. La experiencia nos ha demostrado que incluso ante hechos noticiosos predominantes, la demanda de información diferente a la proporcionada por los grandes medios es abrumadora. A la ciudadanía no le bastaba lo ofertado por los grandes medios en acontecimientos como el 11-S, el tsunami en Asia o el desarrollo de la guerra de Iraq, a pesar de que eran temas ampliamente abordados por los medios masivos. Al mismo tiempo, pudimos comprobar que estábamos en condiciones de ofrecer otra información, otro análisis y otra interpretación diferente de todos esos hechos.
Si a todo ello, le añadimos la pérdida de credibilidad de los medios dominantes, podemos concluir que entrábamos en una nueva fase en la que debíamos plantearnos, lisa y llanamente, el derrocamiento del predominio informativo de las grandes empresas.
Es decir, tal y como ha sucedido en los foros sociales, aquel debate sobre la toma del poder llega ahora a los medios. Y de nuevo aparece Venezuela en escena. Desde allí se crea un canal de televisión internacional, Telesur, acompañado también de otros medios públicos, que ya no eran ni medios comunitarios ni proyectos de movimientos sociales como hasta ahora sucedía con los medios alternativos. Eran medios financiados por gobiernos que se desmarcaban de los intereses comerciales y que apostaban por una línea editorial con franca sintonía con los contenidos alternativos. De hecho, sus directivos y profesionales proceden mayoritariamente de esa cantera.
Por tanto, podemos concluir que quizás va siendo hora de que pensemos en que un modelo informativo al servicio de los pueblos, ajeno a los imperativos de la rentabilidad y los ingresos publicitarios pueda ser predominante y desplace a los actuales ya muy heridos en su credibilidad. O al menos, que comiencen a enfrentarse de igual a igual.