Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

Crónica de un jurado contracorriente

Yo siempre tuve mucha curiosidad por saber cómo debate y trabaja un jurado que se reúne para conceder un premio. Y mira por donde, el pasado mes de febrero me tocó a mí presidir el jurado de la V Edición del premio internacional de ensayo “Pensar a contracorriente”. Aunque se supone que los debates y el trabajo del jurado es secreto, cometieron la irresponsabilidad de meter a un periodista en el tribunal -o sea, yo- por lo que no puedo evitar la tentación de contar algunas de las anécdotas y detalles de esa experiencia.

El previo a la reunión del jurado consistió en que meses antes ya nos habían bombardeado nuestro correo electrónico con casi el centenar de trabajos que debíamos leernos los cuatro miembros del jurado. Como es sabido, lo integrábamos el español Carlos Fernández Liria, el cubano Jesús Arboleya, el poeta ecuatoriano Raúl Pérez Torres y un servidor. De modo que con nuestras notas y comentarios a cada uno de estos trabajos -de los cuáles, como es lógico, no conocíamos la autoría- nos encerraron en el bello edificio del centro cultural Dulce María Loynaz.

El problema de ser jurado de un premio de ensayo es que uno no sabe de todo, de modo que se puede ver en el dilema de tener que valorar temáticas de las que no tiene conocimiento. Así que cuando, por ejemplo, yo me tropezaba con un trabajo de filosofía marxista con muchas oraciones subordinadas no entendía casi nada y me encomendaba al criterio de Carlos Fernández Liria que sabe mucho de eso. Y de la misma forma, un texto de guerrillas y paramilitares el amigo Carlos me lo derivaba a mí. El problema es cuando el trabajo versaba sobre la pesca en el golfo de México y su relación con las corrientes marinas.

En un momento determinado nuestro edificio se quedó sin suministro eléctrico, lo que nos permitió continuar las lecturas y discusiones a la sombra de algún árbol de los jardines del centro cultural. Quizás la compañía eléctrica había oído que allí se reunían en contra de la “corriente” y decidió castigarnos. Probablemente luego les aclararon que se trataba de un premio llamado “pensar a contracorriente”, que nada tenía que ver con la corriente eléctrica y pudimos disfrutar de nuevo del aire acondicionado.

Reconozco que durante las lecturas nos corroía la curiosidad no tanto por conocer los nombres de los autores, como sí su nacionalidad. Por un momento los dos españoles nos angustiamos ante la posibilidad de que resultaran de esa nacionalidad todos los ganadores y terminaran odiándonos en Cuba. Nos dijeron que había muchos de nuestro país, no tanto porque en España haya muchos pensadores contracorriente, como porque allí todos los concursos son a favor de la corriente y éste, en Cuba, era la única oportunidad para los díscolos.

Por fin tras todo el día de lecturas y valoraciones llegamos a la conclusión unánime de cuáles deberían ser los premiados así como las dos menciones. Coincidimos todos en que era necesario huir de los relatos densos, espesos, casi incomprensibles para los lectores medios. El ensayo no debe ser un género reservado para elites culturales y uno de los méritos del trabajo tendría que ser la capacidad de poder presentar un texto accesible a la ciudadanía. También éramos todos de la opinión de que el concurso no es un premio a la apología política de la izquierda, ni a la revolución cubana ni a nada que se le pareciese. Debía aportar buenos argumentos, análisis profundo y rigor en el manejo de datos y fuentes. 

De modo que tras una agradable jornada acompañados por Juan Rodríguez, de la editorial Ciencias Sociales, y Yahima Leyva, coordinadora del Concurso, dimos por decididos los tres ganadores y las dos menciones honoríficas. Y ni que decir tiene, la alegría que nos supuso comprobar que dos de los premios y las dos menciones correspondían a cubanos. Si minusvalorar que un hermano brasileño se incorporase al premio con un trabajo sobre un tema tan latinoamericano como es la cuestión de la tierra.

Y hasta aquí, todo lo que la discreción y el cumplimiento de las normas del concurso, me permiten contar.

 
 
 
 
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