Si la llegada de internet ha supuesto la eliminación de todas la barreras para publicar, la irrupción de las redes sociales ha supuesto el fin del oligopolio de los medios. Incluso el concepto de medio de comunicación ha desaparecido, las informaciones ya no forman parte de un bloque ofrecido por un medio, sino que se accede a ellas de un modo individualizado sin pasar por portada alguna. Ya muchos directivos de medios reconocen que su página de inicio en el navegador no es la portada de ningún medio sino Twitter. Estas dos cuestiones, acceso libre a la publicación y difusión viral de los contenidos a través de las redes en lugar de mediante la portada del medio nos han llevado a pensar que la comunicación es más democrática y más igualitaria. Sin embargo, este nuevo panorama contiene trampas que vuelven, una vez más, de dividir a la ciudadanía entre informados y desinformados.
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Cuando en 2003 en España salimos a la calle bajo la pancarta de «No a la guerra», entendíamos que estábamos en contra de la presencia, el compromiso y la participación de nuestro país en una guerra que considerábamos injusta e ilegal.
Palabras en la presentación del libro «Medios violentos». La Habana 2010. Pascual Serrano se ha ido al funcionamiento del centro del sistema de dominación, de la formación de esa nueva hegemonía, y ha tomado un caso paradigmático para su estudio: las palabras y las imágenes puestas al servicio del odio y de la guerra.
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