Dos informaciones el mismo día y en el mismo periódico (Expansión, del día 19 de mayo de 2014) muestran la hipocresía de los poderes políticos y económicos europeos. La primera de ellas (“El Rey don Juan Carlos anima a Arabia Saudí a apoyar a España”) es sobre la visita de Juan Carlos de Borbón, su esposa y tres ministros españoles al Palacio Real de Arabia Saudí para reunirse con el vicepresidente heredero, Moqren bin Abdelaliz. El objetivo era apoyar y facilitar las relaciones empresariales con la dictadura saudí, en especial el AVE entre Medina y La Meca, el metro de Riad y “otras obras de infraestructura portuarias y de transporte”. La ministra de Fomento, Ana Pastor, expresaba su orgullo por la participación española en “este gran proyecto”.
La otra noticia (“Deutsche Bank captará 8.000 millones y dará entrada a Qatar en su capital”) es que “Deutsche Bank ha recurrido a la familia real de Qatar para asegurar la colocación de la emisión de acciones”. Paramount Services Holding, el fondo de inversión de la familia real catarí inyectará 1.750 millones de euros. No es la primera vez que la cleptocracia de Qatar invierte su dinero en bancos occidentales. Según señala el diario, “Qatar Holding, el brazo inversor de Qatar Investment Authority, y Challenger, el vehículo inversor de Sheikh Hamad bin Jassim bin Jabr al-Thani, el antiguo primer ministro del país [por supuesto también miembro de la familia real], invirtieron 6.100 millones de libras en Barclays en 2008”. “El fondo soberano de Qatar también tiene importantes participaciones en Credit Suisse, Bank of America y Agricultural Bank of China”, añade el periódico Expansión.
Mientras los gobiernos europeos y la élite gobernante acusan de ausencia de democracia a Venezuela, de ataques a la libertad de expresión a Ecuador o de atropello a las empresas a Argentina, se arrastran ante las cleptocracias del Golfo, son agasajados en sus palacios, les gestionan el dinero de su saqueo y recurren a las inversiones que las familias reales han amasado con el petróleo de su pueblo. Mientras los gobiernos europeos promueven resoluciones en el Europarlamento o el Consejo de Derechos Humanos de la ONU contra los gobiernos latinoamericanos, las monarquías del Golfo pueden apropiarse de todos los ingresos del petróleo con su aplauso. Para ellos, cuando los gobiernos latinoamericanos elegidos en las urnas usan sus recursos naturales para mejorar su salud o educación son dictaduras que generan inseguridad jurídica para nuestras inversiones.
Su cinismo es tal, que si algún gobernante de la región no les gusta, sirio o libio por ejemplo, nos dicen que es un violador de derechos humanos y que debemos ir con nuestras bombas y aviones a socorrer a su pueblo. Para los de su agrado, como acabamos de ver, reservan las cajas fuertes de sus bancos y los brazos abiertos de nuestros ministros y monarcas.
Quizás va siendo hora de que nos demos cuenta de que nuestros bancos y nuestros gobiernos tienen en común con unos sangrientos dictadores más de lo que pensábamos.