Al habernos instalado en un sistema que no garantiza el trabajo y que deja abandonado a quien lo pierde, estamos adoptando posiciones que yo llamaría aberrantes ante los despidos y cierres. Sensibles y solidarios por las personas que pierden su contrato laboral no percibimos que estamos situando los puestos de trabajo por delante de cualquier otro criterio, y no debería ser así, sino que la opción es reivindicar un modelo que proponga alternativas a finales laborales que no deberían ser trágicos. Ha sido en el ámbito del periodismo donde más lo podemos apreciar. Podemos llevar años vilipendiados por un determinado medio de comunicación, rabiando por ese comportamiento y muchos de sus periodistas que tienen como bandera su servilismo al poder y su combate a cualquier opción alternativa, y cuando ese medio cierra o se encuentra en crisis económica, expresamos y nos movilizamos en solidaridad por esos trabajadores, no para que buscarles otra opción alternativa, porque aceptamos que no existe, sino para que se mantenga su puesto de trabajo y su maquinaria de mentira y combate contra los mismos que protestamos por su cese.
¿Qué sentido tiene pedir que, en nombre de la defensa de los puestos de trabajo, siga funcionando Intereconomía o Canal 9? Por supuesto, esos trabajadores y sus familias tienen derecho a sobrevivir, y también los otros seis millones de españoles que no tienen trabajo, pero no debería ser mediante su dedicación a la elaboración de los contenidos de esos medios que, paradójicamente, tanto nos han indignado.
Cuando se termina una autopista o se descubra una vacuna contra el SIDA no nos escandalizamos por los puestos de trabajo perdidos en la construcción de la obra ya finalizada o en la asistencia a esos enfermos que ya no existirán. A este paso, en cualquier momento, si anuncian el cierre de un cuartel de agentes antidisturbios de los que nos golpean en las manifestaciones, los partidos de izquierda y muchos izquierdistas de bien se manifestarán en defensa de los puestos de trabajo acompañando a las esposas de los policías.
Si mañana, tras las movilizaciones, se suspende el cierre de RTVV, ¿saltaremos de alegría junto a los trabajadores y volveremos felices victoriosos a casa a ver cómo siguen desde esa cadena manipulando, defendiendo la corrupción del Partido Popular y silenciando a la oposición? Y si privatizan la cadena o ceden la licencia a una empresa privada y mantienen los puestos de trabajo, ¿nos daremos por satisfechos porque no hay despidos? A mí personalmente eso me parecería peor.
Quiero aclarar que no soy insensible al drama humano de las personas que puedan perder su trabajo. Sencillamente me niego a renunciar a un estado social que sepa buscar alternativas al cierre de empresas o instituciones que están resultando perniciosas. Si descartamos la necesidad de alternativas a esos puestos de trabajo tendremos a ecologistas enfrentados contra mineros, a sindicalistas defendiendo el trabajo de los policías que les reprimen en las manifestaciones, a laicos defendiendo los puestos de trabajo de un colegio religioso si mañana pierde la subvención y a políticos defendiendo las televisiones que criticaban hasta el día anterior de su cierre. Tampoco estoy en contra de una televisión pública, pero es eso lo que defiendo, una televisión pública democrática y representativa, no los puestos de trabajo de una televisión pública.
La defensa del derecho al trabajo debe de ir más allá de la defensa incondicional a los puestos de trabajo actuales, sean cuales sean, lo hagan como lo hagan, beneficiosos o perjudiciales. Creemos en el derecho al trabajo y, además, ese trabajo debe ser digno, beneficioso y honorable.