El caso de los cuatro obreros muertos el 26 de mayo en las obras del campo de fútbol El Nuevo Mestalla, en Valencia, debe analizarse en el marco del sistema de subcontratas que hoy domina el panorama laboral en muchos países. El método, que en América Latina denominan tercerización, consiste en adjudicar una obra a una empresa, la cual se dedica a buscar otras que realicen el trabajo total o parcial por un precio más ventajoso y, en muchas ocasiones, la cadena de subcontrataciones se alarga todavía más. De esta forma, cada empresa va abaratando costes que inevitablemente se reflejan en las condiciones laborales, en la seguridad, en la calidad de los materiales, etc… Al mismo tiempo, son varias las firmas que van logrando beneficios sin ejecutar ningún trabajo, sólo mediante la mediación entre la aceptación de un presupuesto y el logro de una nueva empresa que acepte hacerlo por un precio menor, de forma que deje un diferencial de beneficio para quien no habrá trabajado nada.
Este sistema es el que se aplicó, por ejemplo, para la contratación del Yak-42 que se estrelló en Turquía en mayo de 2003 provocando la muerte de 62 soldados españoles. Las investigaciones confirmaron que el ministerio de Defensa contrató a la compañía ucraniana UM-Air para ese transporte por 149.000 euros, pero que el sistema de subcontratación se aplicó en una cadena que implicó a otras cuatro empresas para terminar siendo ejecutado el viaje por 38.422 euros por un avión en un estado calamitoso que terminó en el desastre aéreo. La escritora Naomi Klein recoge en su libro “La doctrina del shock”, el relato de un senador demócrata estadounidense sobre la forma cómo se aplica el sistema de contrataciones en Iraq: “El contrato va a parar a un subcontratista, y de éste a otro, y a un cuarto subcontratista. El pago del aire acondicionado se convierte en pago a cuatro contratistas, el cuarto de los cuales instala un ventilador en una sala. Sí, el contribuyente norteamericano paga por un aire acondicionado, y cuando el dinero ya ha pasado por cuatro manos lo que hay al final es un ventilador instalado en una sala de Irak”.
Del sistema se benefician todas las empresas, las primeras porque cobran un dinero por trabajos y servicios que no se realizan o lo son de peor calidad que los que se comprometieron sin que tengan responsabilidad porque ellos no ejecutaron la obra; y las últimas porque logran hacer chapuzas e ilegalidades que ninguna administración aceptaría reflejar contractualmente. El único “efecto colateral” es que los albañiles terminan muertos, los aviones estrellados y los aires acondicionados se convierten en ventiladores.
Marx estableció en el siglo XIX el concepto de plusvalía como la diferencia entre el valor de reproducción de la fuerza de trabajo del trabajador y el valor generado por esta fuerza de trabajo, esa diferencia era apropiada por el capitalista. El mecanismo de las subcontratas ha logrado multiplicar las plusvalías a costa de la remuneración del trabajador y de la disminución de la calidad de lo producido. No puede haber otra forma. Ahora solo queda la decencia de la Administración o gobierno que termine con el crimen. En Ecuador, el presidente Rafael Correa lo aprobó el pasado 30 de abril.