El glorioso álbum de fotos del Pequeño Nicolás y los impagables vídeos soft-core del programa cultural Adán y Eva casi nos hacen olvidar la imagen más impactante, por desconcertante y por elocuente, de esta semana: unos señores juegan despreocupadamente al golf en Melilla mientras detrás de ellos puede verse a varios inmigrantes subsaharianos encaramados a la valla de la vergüenza, nuestro muro de contención frente a la oleada de africanos que buscan desesperadamente una vida mejor (dejémoslo en “una vida un poco menos mala”).
El brutal contraste entre ambas escenas es tal que pareciera que pertenecen a dos mundos diferentes, como si un fallo en Matrix hubiera derribado el decorado idílico del mundo opulento para dejarnos atisbar una realidad más cruda, más negra.
Por desgracia, el contraste entre exuberancia y miseria es demasiado habitual en un planeta en el que la brecha entre pobres y ricos se ha convertido en un abismo. Hemos rescatado unas cuantas imágenes que evidencian esta disparidad. Sin montajes, ni trampa, ni cartón. Cada fotografía va acompañada de un dato alegórico al país en cuestión, de Brasil a Españistán.