Numerosas películas de ciencia ficción se basan en distopías -sociedades ficticias que muestran un futuro desalentador y apocalíptico, pero posible- donde encontramos una clase social rica, despilfarradora y decadente frente a otra clase empobrecida y miserable. Se me ocurren el caso de Los juegos del hambre o la coreana Rompenieves (Snowpiercer). Aunque lo que vemos en esas películas nos parece tremendo e irreal, quizás no sea muy diferente de lo que ya está sucediendo. Basta repasar algunas noticias de prensa sobre millonarios y sus gastos, nos las presentan como curiosas pero deberían despertar nuestra indignación. Vemos que en Nigeria, uno de los países con mayores desigualdades del mundo y con 112 millones de personas en situación de pobreza, los millonarios piden pizza a Londres y se la llevan en aviones de British Airways (El País, 2-4-2019).
Y en la Gala de la Moda del Metropolitan de Nueva York del pasado mes de mayo los asistentes pagaron 30.000 dólares por cabeza (El País, 6-5-2019). En una ciudad donde cerca del 20% de la población -1,7 millones de personas- son pobres. Y el 39 por ciento de los niños hispanos vive en la pobreza.
Cartier reúne cada verano a sus 400 mejores clientes y los agasaja como a jeques (muchos lo son) cerrando para ellos el Cour Carrée del palacio del Louvre o una isla privada en Nueva York. El pasado septiembre, la joyería Bulgari abrió para los suyos el Museo del Prado durante una noche (El País, 24-4-2019).
Los ricos alquilan para ellos solos una de las siete mil islas de Filipinas, Banwa Private Island, por 90.000 euros la noche (ABC, 14-5-2019). Es una isla privada, no crean que el Estado filipino recibe un dólar por el negocio. Allí el 40% de la población vive con menos de dos dólares al día, y el 32% de ellos lo hace con menos de 0,8 dólares, según Naciones Unidas.
Pero todo esto no es exclusivo de ultramar. Aquí en Europa, hemos sabido que a la princesa Isabel de Bélgica le corresponde una paga de 2.500 euros diarios al cumplir los 18 años (El País, 2-4-2019).
Y no crean que España es ajena a estas infamias. El pasado mes de marzo, en el Salón del Automóvil de Ginebra, la empresa española Hispano Suiza presentó un coche de lujo que se controla con el móvil que cuesta 1,5 millones de euros (ABC, 13-5-2019).
Creo que ya son suficientes ejemplos de insultante riqueza en entornos de pobreza para encabronar a los lectores. La esperanza ahora es que el encabronamiento sea el primer paso para la rebelión.