El ejemplo de ING ilustra muy bien el funcionamiento del sistema financiero, la Bolsa y el papel del Estado con sus ayudas. Este banco de origen holandés tuvo unas pérdidas entre julio y septiembre de 500 millones de euros. Unido a un rumor de falta de liquidez, provoca que el valor de sus acciones caiga el viernes 17 de octubre un 27,5% en la bolsa de Amsterdam, con lo que acumula una pérdida del 70% en lo que va del año. Estaríamos ante un caso muy habitual, pérdidas empresariales por mala gestión, ningún directivo dimitiendo y, a buen seguro, sueldos e incentivos millonarios para los ejecutivos. Como consecuencia, pérdida de los accionistas que libremente consideraron que se iban a enriquecer aportando dinero a ese banco y amenaza en la viabilidad del banco.
Ese fin de semana el gobierno holandés anuncia una inyección de capital estatal de 10.000 millones de euros, es decir, dinero de todos los ciudadanos. Entonces las acciones suben un 20 %. Los accionistas que habían perdido dinero por dejarlo en un banco que gestiona mal su empresa y que no exige responsabilidades a sus ejecutivos ya no pagan las consecuencias, y los directivos respiran aliviados porque pueden seguir adelante en sus despachos y con sus sueldos.
El resto de los holandeses, sin 10.000 millones de euros en el bolsillo.