Ya han transcurrido más de dos décadas desde que el Muro de Berlín fuera derribado pero, en ese lapso, se han construido otros no menos infamantes, y no ha hecho más que fortalecerse la muralla que separa a ricos y pobres, al Norte y al Sur.
El 9 de noviembre de 1989 caía el Muro de Berlín. Veinticinco años después, mientras el capitalismo, a su vez, vacila bajo los golpes de una crisis sistémica, ¿qué balance se puede establecer de las dos décadas que acaban de transcurrir? ¿Por qué otros muros, igual de indignantes, no se han derribado?
Simbólicamente, el hundimiento del Muro de Berlín marca la conclusión de la Guerra Fría así como el fin –aunque la Unión Soviética no se disolvería hasta diciembre de 1991– del comunismo autoritario de Estado en Europa. Pero no el fin de la aspiración de millones de pobres a vivir dignamente en un mundo más justo e igualitario.
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