Página personal del Periodista Y Escritor Pascual Serrano

El terrorista aterrorizado


Tras los atentados en Estados Unidos, los líderes mundiales se limitarán a expresar sus condolencias con las víctimas, condenar el terrorismo y prometer investigación y castigo a los culpables. Y, en el peor de los casos, optar por una represalia indiscriminada dirigida a vengar su orgullo herido. Esa será la prueba de la ceguera de quienes gobiernan el mundo. La tragedia ocurrida en el país más poderoso del mundo, el que más armas produce, el que más armas vende y el que más las utiliza, debe hacernos reflexionar más profundamente y, por supuesto, sacar algunas conclusiones.

Lo primero a destacar es la debilidad de quienes creíamos los más poderosos del mundo. Nadie es invulnerable si su enemigo está suficientemente desesperado. Algún analista ha señalado estúpidamente que lo sucedido reafirmará a Bush en su necesidad del programa de escudo antimisiles. Nada más absurdo, es evidente que de nada hubiera servido un plan militar como ése ante atentados como los sucedidos. Más bien al contrario, los dos líderes mundiales que han optado por las políticas más intransigentes con sus enemigos, el presidente israelí Ariel Sharon y el norteamericano George Bush, sólo han conseguido aumentar el enfrentamiento, la violencia y la muerte hasta niveles hasta ahora desconocidos. Ellos son parte responsable del sufrimiento de sus pueblos. Sólo quien no quiera ver negará la conclusión de que es mediante el diálogo cómo se resuelven los conflictos y se alcanza la paz.

El mundo no lo podemos dividir entre buenos (nosotros) y terroristas, como expresan los gobernantes, incluido nuestro presidente Aznar que se ha limitado a condenar "el terrorismo venga de donde venga". La muerte de miles de civiles inocentes en suelo norteamericano no es más trágica que la de miles de civiles iraquíes bajo los bombardeos anglonorteamericanos desde hace diez años, o los civiles palestinos o libaneses muertos bajo misiles israelíes apoyados por EEUU, o las víctimas de la fábrica farmacéutica bombardeada en Sudán "por error", o los civiles yugoslavos masacrados por la OTAN. Hoy ha sufrido el terror quién hizo de él su constante política exterior.

Analizar los conflictos limitándose a calificar al contrario de terrorista, la reacción generalizada a los atentados de Washington y Nueva York, es la vía más directa para garantizar que el conflicto no se va a resolver, o no se quiere resolver. La historia ha demostrado que todos los grupos rebeldes contra el poder, sean del bando que sean, son sistemáticamente calificados de terroristas y que, cuando se supera esa simplista versión del conflicto, se reniega de esa lectura y se inicia el camino del diálogo es cuando se alcanza la paz. EEUU, la OTAN e Israel han ido sembrando la historia reciente de humillaciones y terror a pueblos enteros: a los palestinos, a los iraquíes, al mundo árabe en general, a los yugoslavos, a los kurdos, a los puertoriqueños, a los cubanos… Esa política sólo da argumentos a los sectores más beligerantes de los pueblos enemigos de occidente. y provoca la sensación de que nada tienen ya que perder. De ahí al enfrentamiento suicida y destructor contra el poderoso como el sucedido en Estados Unidos sólo hay un paso.

Nuestros líderes intentan ahora convencernos de que los atentados iban dirigidos contra todos nosotros, nuestro modelo de vida, nuestra democracia, nuestras libertades. Por supuesto, condeno los atentados, creo que estamos ante un acto de crueldad injustificada, pero las torres gemelas de Nueva York no eran mi modelo de vida -a mí no me hubieran dejado vivir en ellas ni trabajar-, el Pentágono no representa ni mi modelo de democracia ni mi modelo de libertad, sino el verdugo de los modelos no norteamericanos. En cuanto a la caída de las Bolsas, seguro que no empeorará la situación de los pobres de Centroamérica, los campesinos sin tierra de Brasil o los hambrientos de Africa. Y a mí, hace mucho que los que me preocupan y con los que me solidarizo es con estos últimos.

El hecho de que la tragedia sucedida en Nueva York y Washington haya alegrado a millones de personas del mundo que ven en EEUU a ese monstruo responsable de crímenes contra la humanidad, conspiraciones para derrocar gobiernos democráticos y cerebro de un orden económico injusto y depredador es señal de que el país más poderoso del mundo necesita cambiar su política. O Estados Unidos comienza a pensar que no va a ser el sherif del distrito ni el garante del nuevo orden mundial o, por muy poderoso Goliath que lo consideremos, será el objetivo a batir, ideológicamente por algunos, pero militar por otros. Y tener enemigos que no tienen ya nada que perder, por muy aparentemente débiles que parezcan, no resulta muy recomendable.

 
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