Ya a nadie se le escapa el declive económico que está sufriendo Europa como consecuencia de la crisis financiera y las políticas destinadas desviar de forma infinita millonarios fondos económicos al sistema bancario y al pago de intereses de deuda, en detrimento de las condiciones sociales de la ciudadanía. Lo que parece pasar desapercibido es el colapso moral de los gobiernos europeos. Hace pocas semanas, el 13 de junio, ya observamos que, mientras los países africanos y latinoamericanos votaban en Ginebra a favor del Derecho a la Paz en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, los europeos se sumaban a Estados Unidos y a Japón absteniéndose o votando en contra, como el caso de España.
Nunca hasta ahora habíamos asistido a la vergonzosa situación de un primer ministro europeo condenado por prostitución de menores. Acto, por otro lado, más que conocido y del que alardeaba sin que tuviese consecuencias electorales negativas ni sanción pública por el resto de gobernantes europeos.
El caso de Edward Snowden, el subcontratado de la CIA y la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) que filtró a The Guardian y a The Washington Post los programas de vigilancia masiva de las comunicaciones de los ciudadanos por parte del Gobierno de EE.UU. sin control judicial alguno, ha vuelto a recordarnos a que altura moral se encuentra Europa. Por motivaciones más o menos loables, países como China, Rusia, Cuba o Ecuador han participado en planes para proporcionar refugio a Snowden. Por supuesto, los países europeos estaban todos descartados para ayudar al filtrador y no hubieran duda en entregarlo a las autoridades estadounidenses a pesar de que, según las legislaciones europeas, el delito lo hubiera cometido el Estado norteamericano y no el ex agente. En cambio, quienes sí pudieron pasearse impunemente por las fronteras europeas sin que gobiernos ni policías pusieran ningún obstáculo fueron los aviones en los que la CIA secuestraba personas, llevaba a centros de detención ilegales -algunos también en suelo europeo- y se les torturaba.
De modo que si usted está en contra del derecho a la paz, tendrá un gobierno europeo que le representará; si es un prostituidor de menores, podrá ser primer ministro en Europa; y si necesita utilizar nuestro suelo y espacio aéreo para secuestrar, encarcelar y torturar, lo tiene a su disposición. Eso sí, no se le ocurra denunciar los programas ilegales de vigilancia del gobierno estadounidense y luego venir por aquí porque será detenido y repatriado a Estados Unidos.
Para esto último deberá contar con la ayuda de “dictaduras” y “países bananeros” cuyos presidentes no se prostituyen con niñas y además se empeñan en apoyar el Derecho a la Paz.
Pascual Serrano es periodista. Autor del libro Contra la neutralidad (Península)