Se sabe que la historia siempre la escriben los vencedores. Tras la Segunda Guerra Mundial en toda Europa esos vencedores fueron los antifascistas. España fue la excepción, en el combate entre fascismo y democracia, el fascismo fue el triunfador y, a partir de ahí, se deben interpretar muchas cosas. Por ejemplo a lo largo de toda Italia y toda Francia uno puede encontrar museos, calles y monumentos reconociendo y conmemorando la lucha de los partisanos contra el fascismo y el nazismo. En Alemania, conocedores de la tragedia que su III Reich provocó en la historia de la humanidad, intentan -al menos hasta hace poco- eliminar cualquier tipo de apología o resurgimiento de aquellas ideas.
En cambio en España, el fascismo venció, masacró a 400.000 españoles, de los cuales 192.000 habrían sido fusilados en prisiones y campos de concentración franquistas y, de esos, 88.000 continúan sepultados en fosas comunes en cualquier cuneta. La ideología criminal que fue vencida en toda Europa estuvo cuarenta años gobernando España, imponiendo su versión de la historia, ensalzando a sus líderes, homenajeando a los criminales y torturadores en monumentos, edificios, calles y avenidas, instaurando su propio calendario, adoctrinando y falseando la historia a los niños en los colegios y, por supuesto, reprimiendo a sangre y fuego cualquier disidencia.