Es curioso observar qué tipo de perfil personal, imagen pública o comportamiento mediático triunfa en los medios. Dos de ellos resultan dignos de análisis: los políticos y los columnistas de prensa. Respecto a los primeros descubrimos que resulta muy rentable aparentar ser modoso, cándido, recatado, blando, incluso, por qué no decirlo, casi medio tonto hasta el punto de ser objeto constante de burla y mofa. No nos referimos a todos los políticos, claro está, sino a los líderes de partidos mayoritarios. El objetivo es despertar rechazo o animadversión en el mínimo porcentaje de electores, de ahí que cuanto más plana sea su personalidad más servirá de comodín. Si además explotas tu imagen de bobalicón y poco inteligente el resultado es muy positivo, porque parece que los ciudadanos te perdonan todo con tal de que puedan creerse más listos que tú. El líder político permite su escarnio mientras encajamos su corrupción y robo.