Medio año después de las elecciones legislativas en Iraq, celebradas el 7 de marzo, los diputados elegidos no se han puesto de acuerdo para organizar el trabajo, elegir sus portavoces y definir las diferentes comisiones. En otras palabras, no han empezado a trabajar, no tienen nada que hacer en el nuevo Parlamento. Un reportaje de The New York Times publicado en la selección semanal de este diario que publica El País reconocía que, ante la ausencia de trabajo, algunos cargos electos han decidido buscarse mejores lugares que Iraq para vivir y “están alojados en buenos hoteles o residencias privadas con piscinas en Jordania, Siria, Irán o Dubai”. Un diputado de Alianza Kurda afirma que acude todos los días al Parlamento, pero no hace nada porque es el único que va. A ello añadir el dato de que haber participado en el vodevil electoral organizado por Estados Unidos y sus aliados -España incluida- les ha proporcionado a los flamantes diputados, todavía sin desempaquetar, un salario “de cerca de 11.050 dólares al mes cada uno, que incluyen un complemento para la vivienda, una flota de tres todoterrenos blindados último modelo, 30 guardaespaldas a su disposición, pasaportes diplomáticos recién expedidos que les permiten viajar por el mundo sin problemas y contribuciones gubernamentales a planes de pensiones que les reportarán un 80 % de su sueldo”.
El caso iraquí no es excepcional, ni nuevo. El 18 de septiembre de 2005 se celebraron las elecciones legislativas en Afganistán. Tres meses después de la apertura del Parlamento, no se había tomado ninguna decisión ni se había efectuado ninguna votación. Los legisladores no habían hecho nada1 excepto cobrar su salario de 2.750 euros en un país donde un médico de un hospital público cobra 39. La ONU se había gastado en las dos elecciones un tercio del valor de todos los proyectos de reconstrucción efectuados en cuatro años, por ello el gobierno de EEUU y la prensa dominante estadounidense proclamaron a bombo y platillo que las elecciones parlamentarias había probado que la democracia se había afianzado en el país. Las siguientes legislativas afganas no mejoraron mucho, el pasado 20 de octubre se anunció, un mes después de la jornada electoral celebrada el 18 de septiembre, que 1’3 millones de votos -casi la cuarta parte del total- eran fraudulentos.
Si con este modus operandi es cómo se quería convencer a los iraquíes de las bondades y justeza de la “democracia occidental”va a estar claro que no han hecho otra cosa que darle un empujón de ética y decencia a los partidarios del islamismo antioccidental.
1 Amanullah Nasrat and Sayed Yaqub Ibrahimi. Parliament Makes Little Headway. 19-3-2006. http://www.iwpr.net/?p=arr&s=f&o=260416&apc_state=henh