La decisión del presidente Barack Obama de levantar las restricciones de los viajes y remesas a Cuba supone ir comprendiendo lo que le está pidiendo no solo la comunidad latinoamericana, sino los ciudadanos de su país.
Una encuesta de la CNN a primeros de mes revelaba que el 71% de los estadounidenses se muestra a favor de que su país restablezca las relaciones diplomáticas con Cuba, mientras que sólo el 27% se opone.
El apoyo en Estados Unidos al cambio abarca desde los sectores progresistas a los empresarios deseosos de tener relaciones comerciales o los think tank conscientes de que la posición estadounidense era insostenible. En cuanto al continente, Obama sabe que los mandatarios de las 34 naciones latinoamericanas y caribeñas con los que se reunirá del 17 al 19 en Puerto España en la V Cumbre de las Américas (sin Cuba), llegarán con la firme exigencia de que Estados Unidos normalice sus relaciones con la isla.
Esa será para ellos la prueba de que el Gobierno de Obama comienza una nueva era en sus relaciones con el continente. Tras la reanudación de las relaciones diplomáticas de El Salvador y Costa Rica con Cuba, Estados Unidos es el único país del mundo a cuyos ciudadanos se les impide viajar a la nación caribeña desde hace 47 años.
Habrá quien diga que ahora le toca a Cuba mover ficha. Nada más equivocado. Las relaciones de Estados Unidos y Cuba se han fundamentado en un pequeño país que quería elegir su propio camino y el más poderoso del mundo que recurría a todo tipo de métodos, incluidos los violentos e ilegales, para desestabilizar al otro. El futuro pasa por el respeto absoluto a la soberanía de ambos estados, y quien la estaba violentando sólo era uno de ellos.
La pelota sigue en el tejado norteamericano. Washington tiene dos opciones, continuar en su enroque imperial derivado del mantenimiento de su política agresiva hacia Cuba, o escuchar el llamamiento de la comunidad internacional de acabar con el bloqueo y normalizar las relaciones con la isla, respetando su soberanía e independencia.
Es decir, Estados Unidos debe decidir si continúa aislado o se inserta en América Latina.
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