La evasión fiscal es un robo, independientemente de lo que diga cualquier piquito de oro del mundo empresarial. Las empresas dependen del esfuerzo de sus trabajadores creadores de riqueza: una mano de obra costosamente entrenada por un sistema de educación publico, que mantiene sana un sistema de salud público, y cuyos bajos salarios son subsidiado por el Estado.
El sector privado depende de un sistema financiero rescatado, de infraestructuras pagadas por el estado, del apoyo público a la investigación y el desarrollo, y de un sistema de derecho y seguridad que le protege, así como a su propiedad.
Las empresas que dependen de la generosidad del Estado y sin embargo se niegan a contribuir son, bueno, gorrones. Se priva al Estado de ingresos cuando los políticos justifican los mayores recortes en varias generaciones sobre la base de que no hay suficiente dinero. Ganan una desventaja competitiva sobre las pequeñas empresas que no pueden pagar ejércitos de contables que saquen provecho de las lagunas fiscales. Se aseguran que el resto paguemos más impuestos. Como digo: un robo.
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