La gran amenaza china, persecución de disidentes, represión en el Tibet y de minorías uigur, el país más contaminante del planeta, explotación laboral, pobreza en las zonas rurales… Todos los días escuchamos ese discurso en los medios occidentales. El periodista Javier García lleva tres años y medio en China, le hemos preguntado por todo ello.
El periodista español Javier García lleva tres años y medio en China, la mayoría de ellos al frente de la agencia de noticias Efe. Su trayectoria profesional es larga, anteriormente trabajó, además de Asia, en Latinoamérica, Europa, Oriente Medio y África. Cubrió para esta agencia estatal española diferentes crisis y conflictos bélicos, entre ellos la guerra de Israel y Líbano en 2006, la de Libia en 2011, la primavera árabe, los secuestros de cooperantes españoles en el Sahel, la crisis de los marines británicos en Irán o la de los refugiados saharauis en Argelia.
Ha realizado proyectos de comunicación para Naciones Unidas o de observación electoral para la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
Actualmente da clases de periodismo en la Universidad Renmin de Pekín.
En septiembre del 2021 hablaste de de “bochornosa guerra informativa contra China”. Denunciaste que el relato de la prensa extranjera era mayoritariamente sesgado. Hablaste de decenas de ejemplos diarios de manipulación informativa sobre China en los medios occidentales. ¿Nos puede señalar algunos ejemplos?
Hay muchos. Cualquier cosa que hace China, incluso aquello que es claramente positivo se intenta empañar buscando a toda costa algo malo que contar. Un de los casos más sorprendentes fue cuando una gran agencia anglosajona tituló que China estaba curando el cáncer de forma más rápida y barata que en cualquier lugar pero “demasiado rápido”.
Recientemente también se le ha acusado de “amenazar” a los trenes lentos por su desarrollo de las redes de alta velocidad.
Cuando el gobierno sube impuestos a las grandes empresas tecnológicas para corregir las desigualdades o combate sus prácticas monopolísticas, se habla de campaña de represión contra ellas.
Otro ejemplo lo tenemos ahora con los juegos de invierno. Los corresponsales anglosajones intentan convertir en distópica la actuación de China contra la covid, que ha salvado millones de vidas, mientras los propios deportistas de EEUU la califican de “un trabajo estelar” y consideran “totalmente falsa” la información de los medios sobre China en su país.
La narrativa para crear una mala imagen de China se utiliza constantemente, tanto en textos como en fotografías y vídeos. Cuando nieva en Pekín durante los juegos en vez de cualquiera de los cientos de blancas imágenes que deja la nevada en la ciudad las grandes agencias escogen la más gris y desoladora.
Voy a citarte algunos de los mantras comunes sobre China, para que me des tu opinión.
Represión a la población general:
Un pasaje del Tao Te King dice: “Cuando gobierna un gran soberano, el pueblo apenas se da cuenta de su existencia”. El gobierno chino intenta aplicar las enseñanzas de los pensadores clásicos del país, su acción está mucho menos presente en la vida diaria de lo que sucede en otros países.
Los policías no van armados y se ven mucho menos en las calles que en Occidente. Los chinos en general tienen bastante libertad. Hacen lo que quieren, tienen muchas posibilidades de ocio y opciones donde elegir. Pueden viajar adonde quieran dentro y fuera del país. Disfrutan de un nivel de vida que nunca tuvieron antes.
Ahora bien, a los disidentes se les reprime, uno no puede hablar en público sobre determinados temas considerados sensibles, hacer proselitismo contra el sistema o enfrentarse abiertamente al mismo. Y hay que criticar eso sin duda, por mucho que parezca algo inherente a un modelo de gobierno como este y que se arguyan motivos de seguridad nacional. A mi juicio, es uno de los principales defectos del sistema.
Aunque en privado la gente critique sin reparos algunas políticas, la libertad de expresión no tiene el valor esencial que le damos en Occidente. La inmensa mayoría de los chinos no acostumbran a expresar sus opiniones políticas en público o incluso hablar de ello con su familia o amigos, es una marcada diferencia cultural.
Se da por hecho que mientras el gobierno actúe adecuadamente por el bien común está legitimado, tal como sucedía en las dinastías imperiales. Si no lo hace así, según la tradición china, el pueblo está facultado para revocarle su mandato. Y por el momento, según las encuestas de organismos occidentales y lo que uno percibe hablando con todo tipo de gente, una inmensa mayoría de la población está satisfecha con su desempeño, aunque pueda criticar ciertos aspectos. La unidad es un valor fundamental para los chinos.
Contaminación medioambiental:
La contaminación per cápita de China es mucho menor que la de otros países y menos que la mitad de la de Estados Unidos. También es muy inferior la acumulada históricamente respecto a la responsabilidad de otros estados en el cambio climático.
China ha sido desde hace dos décadas la fábrica del mundo. Occidente ha movido muchas de sus fábricas al país porque resultaba más rentable “exportando” con ello también la contaminación, agravada por las que instaló el país para fabricar los productos que consumimos.
El tremendo desarrollo chino de las últimas décadas ha elevado enormemente sus niveles de emisiones y de polución. Pero esto se ha reducido considerablemente en los últimos años. En grandes ciudades como Shanghái o Pekín, donde en 2013 el aire era casi irrespirable, la situación ha mejorado mucho y hoy son raros los días en que se superan niveles perniciosos.
China se ha convertido en líder, con gran diferencia, en energías limpias como la solar y la eólica, además de en producción y utilización de vehículos eléctricos. Está desarrollando también un nuevo tipo de energía nuclear basada en torio que podría ser más segura y ecológica que la convencional de uranio.
Recientemente ha experimentado un reactor nuclear de fusión -conocido como sol artificial-que ha logrado temperaturas cinco veces superiores a las del sol, lo que podría contribuir a la creación de una fuente de energía limpia ilimitada.
En pocos países de los que he vivido, y han sido unos cuantos, he visto la adopción de tantas medidas de calado a largo plazo para impulsar las energías limpias y combatir la crisis climática.
El gobierno chino tiene en este sentido la gran ventaja de poder poner en marcha políticas a un horizonte de diez o quince años, pese a los costes coyunturales que puedan tener, al contrario de lo que ocurre en las democracias occidentales, siempre pendientes del cortoplacismo electoral.
Falta de libertad de expresión:
Hay algunos grandes medios de comunicación críticos, como el hongkonés South China Morning Post o el económico Caixin, que publican habitualmente informaciones que cuestionan las políticas oficiales. También existen algunos medios más pequeños a nivel local o provincial. En los medios estatales es muy difícil encontrar informaciones críticas con el gobierno. La “propaganda” en este sentido es muy evidente.
En las redes sociales hay algo más de libertad. Y los medios recogen a veces las críticas de éstas, como sucedió con el caso del médico Li Wenglian en Wuhan, que fue reprendido por la policía local por compartir informaciones con sus colegas sobre los primeros casos de Covid en la ciudad. Muchos usuarios se mostraron críticos con la amonestación del médico. Finalmente, eso provocó que se reprobase el comportamiento de esos policías y la destitución de varios dirigentes locales de la ciudad.
En las redes sociales existe una relativa libertad de expresión y son frecuentes las críticas a comportamientos de las autoridades, aunque algunos temas sensibles se silencian, como fue el caso del debate sobre las revelaciones de la tenista Peng Shuai, que se censuró rápidamente en las redes. Implicaba a un antiguo dirigente de los niveles más altos del partido comunista, cuya obligación de ejemplaridad ética es máxima, por lo que la censura se extremó.
Explotación laboral:
Hay mucho cinismo cuando se habla de la explotación laboral en China desde Occidente.
Curiosamente las empresas extranjeras se aprovecharon durante años de una regulación laboral muy flexible, que permitía el despido prácticamente libre y alargar al máximo las horas de trabajo. La ley de contratos laborales de 2007, que garantizaba más derechos a los trabajadores, encontró una resistencia feroz entre las compañías foráneas. La Cámara de Comercio de EEUU en Shanghái llegó incluso a amenazar con que sus empresas se irían de China si se aprobaba la ley.
La situación ha mejorado y la ley establece ahora un máximo de ocho horas laborales diarias y no màs de 44 horas semanales de media. A los chinos les gusta trabajar y muchos hacen horas extras. Legalmente, éstas no pueden exceder de 3 al día o 36 al mes.
Persecución comunidad uigur y en Tibet:
Es un tema que se ha desvirtuado y exagerado intencionadamente por parte de los gobiernos y los medios occidentales. Sin ninguna prueba sólida se ha hablado de genocidio en Xinjiang, lo que está muy lejos de la realidad. En esa región autónoma, de mayoría étnica uigur, lo que ocurrió fue que para combatir el terrorismo, el gobierno decidió crear unos centros de desradicalización en los que se enseñaba formación profesional a quienes consideraba que tenían un riesgo potencial de caer en el fundamentalismo islámico y la violencia. Lo que no está claro todavía, debido también a la falta de transparencia del gobierno chino, es qué tipo de criterios se empleaban para que alguien ingresase en esos centros.
Los gobiernos regional y central aseguran que esos centros se han cerrado ya en 2019.
China actuó de manera radical contra el riesgo de que el terrorismo prendiese en la región y multiplicó la presencia de fuerzas de seguridad e incluso de militares en las calles en algunos periodos.
Es un hecho que no ha habido más terrorismo en Xinjiang desde la puesta en marcha de esas políticas. En una visita el pasado abril, pudimos comprobar que ya no se ven muchos policías o militares en las ciudades de la región como hace unos años. La situación ha mejorado sustancialmente y no se palpa la tensión que se vivía antes en las calles.
También es un hecho que la práctica del islam ha decaído en Xinjiang. Bien sea por los años de identificación de la religión con la violencia o por la caída de la fe entre los más jóvenes.
Es cierto que el fuerte desarrollo de la región y la mayor presencia de habitantes de etnia han pueden llevar con el tiempo a que se debilite la cultura uigur, como sucede en otros contextos de culturas minoritarias confrontadas con otras más extendidas. Pero no está claro que China adopte políticas de discriminación, mucho menos de supresión de la cultura uigur. Hay medios públicos en lengua uigur, que se enseña también en las escuelas.
En el Tíbet, al que he viajado dos veces, sucede algo parecido, aunque el porcentaje de población han sea mucho menor. El desarrollismo de los últimos años y la cada vez mayor presencia han pueden afectar al debilitamiento de las tradiciones y la cultura propia. Solo las clases de lengua tibetana son en ese idioma. El resto de materias se imparten en mandarín, aunque a veces los propios profesores hagan de intérpretes. El gobierno chino aduce que es necesario potenciar la enseñanza del mandarían en las escuelas para aumentar las posibilidades de encontrar trabajo de la gente pobre, tradicionalmente mayoritaria en ambas regiones.
Como gallego, conozco bien los peligros que afronta una lengua minoritaria que convive con otra mayoritaria si la primera no se potencia en la escuela. Resulta muy difícil su supervivencia en un mundo cada vez más interconectado y globalizado. Creo que la diversidad cultural es uno de nuestros mayores tesoros, que se debe proteger por todos los medios.
Saqueo de recursos naturales en el Tercer Mundo:
La fuerte presencia de China en África está siendo en general beneficiosa para el continente. La mejora de las infraestructuras en muchos países es evidente.
Los propios africanos reconocen que mientras Occidente se ha dedicado mayormente a expoliar sus recursos -materiales y humanos, a través de la esclavitud-, la ayuda china ha sido mucho más beneficiosa para avanzar y está abriendo posibilidades para salir de la trampa del subdesarrollo.
Pobreza extrema en las zonas rurales:
China ha sacado de la pobreza extrema a cerca de 850 millones de personas en los últimos 40 años, lo que representa más de dos tercios de los pobres existentes en el mundo.
En la última década, quedaba la tarea más complicada: erradicar la pobreza en los lugares más apartados e inhóspitos del país. Para ello ha realizado una movilización masiva de todos los niveles gubernamentales, empresas, organizaciones sociales, el apoyo del este rico a las regiones pobres del oeste, hasta los militares se han implicado en varios proyectos.
Más de tres millones de funcionarios se desplazaron al campo para identificar las necesidades específicas de cada lugar y acompañar a la gente durante el proceso.
Entre el gasto de las diferentes administraciones, los créditos y la inversión empresarial la cifra supera los dos billones de dólares.
Se mejoraron notablemente las infraestrucuras en las zonas pobres del campo, donde la mayoría de los hogares no tenían agua corriente ni electricidad, escuelas o centros de salud cercanos. Ahora cuentan con ello y se han sentado las bases para que la gente no vuelva a caer en la pobreza, lo que es fácil que ocurra si no se ataca la raíz de la situación.
Desigualdades extremas con los nuevos ricos:
Es uno de los grandes problemas y retos de China y será una máxima prioridad en las políticas de las próximas décadas. China sabe mejor que nadie que la “mano invisible” del mercado no corrige por si sola sus defectos y las desigualdades que crea.
En 2021 se tomaron medidas como la subida de impuestos a las grandes empresas del país o la limitación de sus prácticas monopolísticas. Las empresas tienen interiorizada su responsabilidad en lo que se considera la “prosperidad común” del país.
Deng Xiaoping permitió la apertura primero en las zonas ricas costeras con la condición de que éstas ayudasen luego al centro y oeste más pobre. Su intensa participación en la campaña de la eliminación de la pobreza lo ha demostrado.
Las desigualdades en China se acentuaron desde la apertura económica, especialmente en la década de los noventa y en la primera década de este siglo pero a partir de ahí comenzaron a corregirse. El ratio del ingreso disponible per cápita de los residentes urbanos respectos a los rurales creció de un 2,5 en 1978 a un 3,33 en 2009. Desde ese año empezó a decrecer hasta llegar a un 2,64 en 2019.
Según el Banco Mundial, el índice Gini ha pasado del 43,7 en 2010 al 38,5 en 2016, el último año del que se tienen datos. En EEUU pasó del 40 en 2010 al 41,1 en 2016 y en países como España no ha dejado de crecer desde el 31,8 de 2003 al 35,2 de 2010 y el 35,8 de 2016.
Además de la subida de impuestos y las transferencias directas, la lucha contra la desigualdad también pasa por mejorar los servicios públicos y la seguridad social.
El año pasado se empezó a revertir la privatización de servicios públicos como la educación, la salud o el cuidado de ancianos y se han reforzado las políticas de inclusión.
Corregir las desigualdades es un objetivo arduo y a largo plazo. Los expertos avisan de que hay que mantener un delicado equilibrio para que la redistribución no frene el crecimiento económico. China se ha comprometido a alcanzar en 2035 “un progreso sustancial en la prosperidad común para todos”. Y los objetivos que se fija el país deben tomarse en serio ya que hasta ahora ha cumplido todas las metas que se ha propuesto.
Incumplimiento de los acuerdos con Hong Kong:
El ministro de Industria con Camerón, Vincent Cable, ha desvelado recientemente que los chinos dejaron “absolutamente claras” cuales eran las líneas rojas en el acuerdo con el Reino Unido para la devolución de Hong Kong. “Pueden criticar al partido comunista y decir lo que quieran, pero si hay violentos disturbios lo pararemos”, afirma Cable que le dijo Deng Xiaoping a Margaret Thatcher durante las negociaciones.
“Nunca fueron deshonestos o poco claros sobre lo que estaba permitido”, aseguró el exministro que culpó a la violencia de las protestas de haber contribuido a “matar a la democracia” hongkonesa.
Las manifestaciones en Hong Kong, que al principio fueron pacíficas y multitudinarias, se convirtieron en especialmente violentas. China decidió cortar por lo sano para devolver la paz a la ciudad. La ley de seguridad nacional diezmó a la oposición y la reforma electoral posterior acabó de cercenar su capacidad de acción y de obtener representación parlamentaria.
Y es una lástima, porque el modelo de un país, dos sistemas funcionaba hasta entonces bastante bien e incluso, antes de las protestas, se planteaba la elección directa por sufragio popular del jefe del Ejecutivo local, lo que hubiera sido un formidable avance para su salud democrática.
Gran parte de culpa de lo que ha pasado en Hong Kong la tiene la jefa del Gobierno de la ciudad, Carry Lam, que intentó llevar adelante, contra viento y marea, la ley de extradición y no fue capaz de retirarla cuando aún estaba a tiempo ante las masivas protestas populares.
Has hablado de sinofobia en los medios occidentales, ¿la hay también en los ciudadanos occidentales?
Evidentemente, la sinofobia que destilan los medios acaba influyendo en muchas cabezas. No hay más que ver el preocupante aumento de los ataques contra chinos y asiáticos en Estados Unidos y otras partes.
Tiene gracia que muchos digan que sus críticas se dirigen contra el gobierno y no contra los chinos, cuando a diario atacan también sus costumbres y sus formas de comportamiento social. El miedo al “peligro amarillo” está instalado en la psique occidental y la narrativa dominante en los medios se sirve de él.
¿Cuáles han sido los obstáculos que has encontrado para informar sobre China? Tanto por parte de China como fuera de China.
El principal problema para informar sobre China es la escasez de fuentes oficiales. El gobierno y las empresas chinas son poco transparentes. Es verdad que mucha información pública se puede encontrar en internet. Por ejemplo el detalle de todas las inversiones del programa de erradicación de la pobreza se puede encontrar en línea si eres capaz de leer chino. Pero comprobar un dato o hablar con alguien del gobierno o de una compañía es muy difícil, por no decir imposible.
Preguntar a la gente en la calle es posible y no tan complicado, aunque la cada vez peor imagen de la prensa occidental en China, que se ha ganado a pulso, está afectando a la disposición de la gente a hablar con periodistas extranjeros.
Hay una narrativa establecida sobre China de la que es muy difícil salirse. Los medios homogeinizan su discurso y acaban produciendo cientos de informaciones muy similares. Al margen del interés político y mediático por informar de una determinada manera, creo que también influye el hecho de que veamos al país siempre con anteojos occidentales, aplicando nuestros valores como los únicos universalmente válidos, sin intentar abrir un poco el foco o ampliar la perspectiva. Y si lo hacen los corresponsales sobre el terreno, no digamos los jefes en las redacciones centrales, que al final son en última instancia quienes deciden qué es lo que interesa y lo que no.
Supongo que habrás comprobado que, cuando aportas algún dato positivo de China (desde los relacionados con el covid a los referentes a mejora de sus condiciones de vida) se responde que todos son datos falsos ofrecidos por el gobierno chino. ¿Qué piensas de eso?
No hay ninguna razón para dudar de los datos del gobierno chino más de lo que se puede dudar de los ofrecidos por los gobiernos occidentales o cualquier otro. Manipular los datos de la covid por ejemplo, no tendría ningún sentido ya que iría en contra de su propia estrategia de lucha contra la enfermedad. Y cualquiera que viva aquí sabe que realmente no ha habido muchos casos, no hay más ver que nadie conoce aquí a alguien que se haya contagiado, ni siquiera de oídas.
Muchos de los occidentales que viven en China destacan el tremendo ritmo de desarrollo que aprecian cada día, dicen que en unos meses ha cambiado el aspecto de cualquier lugar de China.
China se desarrolla vertiginosamente y es verdad que la velocidad de los cambios provoca transformaciones casi cotidianas. Alguien que haya vivido hace apenas dos años en el país no reconocería algunas cosas de ahora. Seguir su evolución desde lejos resulta difícil.
Un debate general es en torno a si China es comunista o no es comunista. ¿Cuál es tu opinión?
A nivel económico, es evidente que China no es comunista en el sentido tradicional ya que su economía se basa en el libre mercado. Ahora bien, el país pone un énfasis fundamental en corregir las desigualdades creadas por el capitalismo.
China aplica en este sentido grandes dosis de pragmatismo, lo que funciona se adopta, lo que no se deshecha. Se podría decir que intenta aplicar lo mejor de ambos sistemas, como es natural con muchas imperfecciones.
En América Latina, China dice que apoya que las Malvinas sean argentinas, Nicaragua ha dejado de reconocer a Taiwan, a quien reconoció siempre, incluso en los momentos mayor hegemonía sandinista, para pasar a reconocer a China. Por otro lado, Kamala Harris tuvo que ir a Honduras a frenar las intenciones de la nueva presidenta de Honduras de dejar de reconocer a Taiwan y establecer relaciones con China. ¿Qué crees que está sucediendo?
El objetivo de China de dejar a Taiwán con cada vez menos aliados viene de lejos y es comprensible si tenemos en cuenta que ellos consideran a la isla una provincia más del país. Es también algo inevitable mientras China continúe creciendo a un mayor ritmo que Taiwán y su influencia en el mundo aumente. Solo la provincia costera china de Fujian, vecina a Taiwán, superó con creces el PIB de la isla en 2021.
En vista de la cada vez mayor relación de Latinoamérica con China, donde es ya el primer socio comercial de varios países, al subcontinente le interesa más mantener buenas relaciones con Pekín. Los chinos creen que en la cuestión de Taiwán el tiempo juega a su favor porque cada vez será mayor la diferencia económica entre uno y otro lado del Estrecho y la mayoría de los taiwaneses acabarán queriendo reintegrarse al continente. Otra cosa es que realmente sea así.
China tiene una larga historia de no intervencionismo internacional. ¿Crees que la siguen manteniendo? ¿Crees que quizá debe abandonarla ahora que su papel mundial es mucho más relevante?
Al contrario, la tradición de no intervencionismo chino es la esperanza que nos queda para poder construir un nuevo orden internacional multipolar, mucho más justo y pacífico. Es irónico que EEUU y sus satélites hablen de la “amenaza” china cuando China no representa una amenaza para nadie.
Estamos tan acostumbrados a pensar el mundo desde nuestros esquemas arraigados durante los dos últimos siglos de dominación occidental del planeta -un suspiro en la historia de la humanidad- que no somos capaces de imaginar un mundo donde lo principal no sea qué países atacan, conquistan o invaden a otros.
El taoismo, la corriente principal del pensamiento chino, detestaba la guerra. Desde los tiempos de Deng Xiaoping, China ni siquiera quiere exportar el comunismo, ni apoya a los partidos comunistas de otros países.
Desde esos parámetros mentales con los que analizamos cualquier cosa, no es de extrañar que principios chinos con miles de años de antigüedad como la armonía o el bien común nos suenen retóricos e incluso cursis. Pero creo que es hora de recuperar el sentido genuino y fundacional de ciertas palabras y de dar paso a otros modos de entender el mundo, tan válidos al menos como los nuestros.