El 28 de agosto el diario El País dedica su editorial a las elecciones legislativas venezolanas, a casi un mes de celebrarse. Comienza así: “El 26 de septiembre se celebrarán elecciones legislativas en Venezuela con la expectativa, sobre todo internacional, de un cambio en el equilibrio de poder”. En numerosas ocasiones hemos señalado la tendencia de los medios a adscribirse la opinión pública, es decir, a convertir en posición ciudadana mayoritaria lo que es sólo la opinión de sus editorialistas, directivos y propietarios. En esta ocasión, el diario madrileño presenta desde las primeras líneas como “expectativa” internacional “un cambio en el equilibro de poder” en Venezuela, es decir, que Chávez y sus partidarios pierdan las elecciones. Que El País -ya casi propiedad de Berlusconi, Telefónica y la gran banca tras su acuerdo con el fondo de inversiones estadounidense Liberty- está deseando desalojar a Hugo Chávez y su revolución bolivariana del poder ya es de sobra sabido. Lo indignante es que quiera convencer a sus lectores de que ese sea el deseo mayoritario del planeta Tierra (expectativa internacional). Como los resultados electores muestran en cada convocatoria que no es esa la posición de los venezolanos, sólo les queda el recurso de argumentar que es la del resto del mundo. Lo sentimos por los editorialistas del periódico madrileño, pero en Venezuela, quienes eligen a sus parlamentarios, son los venezolanos.
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Por regla general, la trascendencia internacional de la política de un gobierno se limita a los países colindantes o los de su región, solo en algunos temas sus decisiones tienen una proyección global con asuntos como el calentamiento global o algunas políticas bélicas que alteran el equilibrio mundial, sobre todo si hablamos de una potencia.
Un año después del Katrina, entre toda la tinta derramada yo quisiera destacar un libro. Es “Huracán”, donde se recogen varios textos, pero del que quisiera llamar más la atención es el del belga Michel Collon. Este autor busca reflexionar sobre quién mató en última instancia a los habitantes de Nueva Orleans, “¿la naturaleza?, ¿un dirigente negligente?, ¿o bien, de forma más profunda ciertas leyes económicas de nuestra sociedad?”.