Se está comentando mucho la decisión del gobierno de Rajoy de romper con el método de preguntas en sus ruedas de prensa para favorecer a los medios más serviles. La fórmula que ha existido desde hace más de diez años es que sólo suele haber cuatro preguntas, dos para la prensa nacional y dos para la extranjera. Antes de cada convocatoria, los periodistas que habitualmente siguen la información del Gobierno consensúan las preguntas y las personas que las formulan, con un turno rotatorio no escrito que, al parecer, no ha generado ningún problema durante más de una década.
Un detalle que se está obviando es la complicidad de algunos directivos de los medios en la ruptura de ese consenso. Un teletipo de Servimedia señalaba que, además del periodista de ABC, principal disidente del consenso para preguntar y principal beneficiado de la nueva arbitrariedad de Rajoy, “periodistas de otros medios reconocen en privado haber recibido órdenes de sus directores de informativos para que no participen en el pacto habitual y que tras esas indicaciones se esconden llamadas telefónicas de La Moncloa”.
Existe otro dato que muestra que el principal enemigo del periodista es su jefe. Lo ofrece el Informe Anual de la Profesión Periodística 2013, elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) tras entrevistar a más de 1.700 periodistas. Ahí se rebela que sólo el 20,7% de los profesionales asegura no haber recibido presiones sobre el enfoque de su información en ninguna ocasión a lo largo del 2013. Lo curioso es que, mientras que un un 23,1% afirma haber recibo esas presiones desde instancias políticas, el 76,1% señalan que fue la misma empresa o del jefe a las órdenes de los cuales trabaja el periodista quien le presionó. A ello hay que añadir otro 16,9% de los periodistas que admiten presiones procedentes de anunciantes del medio.
Esto vuelve a mostrar que la propia estructura directiva de los medios grandes tradicionales forma parte de un sistema corrupto y decadente del periodismo. Se pueden cambiar los políticos, pero estos jefes y dueños de los medios seguirán siendo los mismos, al igual que sus presiones a los periodistas y sus servilismos al poder económico y político. Por eso la crisis del periodismo tradicional no nos debe preocupar, lo importante es ir creando algo nuevo que le sustituya.