No sé si fue hace quince o veinte años cuando conocí a Manuel Fernández-Cuesta. Vivía entonces en Milán y cada vez que llegaba a Madrid repasábamos la actualidad pública de la política y la privada, Manuel, Mariano Asenjo –por entonces redactor-jefe de Mundo Obrero– y yo. Los tres con la complicidad de quienes se sentían libres y a nadie nada debíamos. Luego Manuel dejó Italia y vino a Madrid y acabó sustituyendo a Mariano al frente de Mundo Obrero. De Milán a jefe de Mundo Obrero, y seguía sintiendo y diciendo lo mismo.
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En el pasado Congreso del Partido de la Izquierda Europea, en diciembre en Madrid, invitaron al vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, quien tuvo una magnífica intervención de poco más de media hora.
Se cumplen veinte años desde que llegaron los primeros presos al centro de detención de Guantánamo. Secuestrados, torturados y sin garantías judiciales. Los diferentes presidentes de EEUU que anunciaron su cierre no lo cumplieron. Mientras tanto, alguien está haciendo negocio porque mantener a esos presos cuesta 540 millones de dólares al año.
Es curioso comprobar que los rigurosos análisis sobre los mecanismos de manipulación utilizados por los medios de comunicación suelen ser elaborados por especialistas y periodistas del ámbito universitario, nunca por profesionales del interior de los medios.