La Fundación Bill y Melinda Gates destinó más de 23 millones de dólares a financiar el programa Sky de la ONG World Health Partners para el tratamiento de enfermedades como la diarrea y la neumonía en niños pequeños en el estado indio de Bihar, con 100 millones de habitantes (Público, 16-10-2016).
Enfermedades tratables y prevenibles como estas provocaron en 2013 la muerte de casi medio millón de niños menores de cinco años en toda la India, según la Universidad de Duke. Dado que no existe asistencia médica pública y gratuita en la India, la sanidad se encuentra bajo los criterios y parámetros del mercado, se trata, por tanto, de muertos provocado por el capitalismo. Los Gates querían aparentar solidaridad, sin duda deseaban también acabar con esas muertes pero en absoluto aplicar alguna propuesta de asistencia pública ni gratuita, eso hubiera supuesto demostrar que principios y formatos socialistas resolvían problemas y salvaban vidas.
El modelo que eligió la Fundación Gates era claramente privado. Los ciudadanos debían de pagar. Es decir, 23 millones para que luego hubiesen de abonar por una asistencia limitada a las diarreas y poco más. Al que ofrecía la asistencia le llamaban franquiciador y al paciente lo llaman franquiciado. Lo de vendedor y cliente ya está muy agotado y es impopular.
El programa reclutaba y entrenaba a miles de proveedores no titulados (total eran indios pobres, tampoco era cuestión de dedicarles médicos). La población, previo pago, acudía a ellos para obtener servicios de atención primaria, básicamente diagnóstico y prescripción de medicamentos. En la red participaban proveedores que ofrecían servicios de telemedicina, que permitían consultas por teleconferencia con médicos y transmisión de algunos datos del paciente, como los de auscultación, tensión arterial e incluso electrocardiogramas. Todo muy tecnológico que para eso lo financiaba Bill Gates. De modo que tenemos miles de niños muriendo de diarrea y los Gates a lo suyo con una teleasistencia tecnológica de vanguardia.
Al engendro se apuntan nueve mil personas (recordamos que en el Estado en que se instalaba el proyecto vivían cien millones) que pagan por un servicio que consistía en llamar al médico para que les aconsejara. Al final terminan acudiendo solo el 2,9% de los niños con diarrea y el 2,7% de los niños con síntomas de neumonía.
Luego hacen un estudio las universidades de Duke, Stanford y University College en Londres y llegan a la conclusión que sigue la misma cantidad de enfermos y muertos y que el programa es un fracaso. Algunas veces el capitalismo se da de bruces con la realidad y se estrella. Eso sí, lo explican de esta forma: “El modelo de negocio se basó en suposiciones no probadas sobre la demanda, no solo respecto a la voluntad de los proveedores sanitarios de pagar por acogerse a la red sino también respecto a la disposición de los pacientes a pagar por disponer de mejores servicios sanitarios”. Y no descartan que una franquicia social pueda tener éxito, siempre que se comprendan bien los factores implicados. O sea, que ellos van a seguir con su experimento de negocios mientras se mueren de diarrea los niños indios. Pero existe otro agravante, esos 23 millones no eran exactamente de los Gates. En la medida en que habrán conseguido las correspondientes desgravaciones fiscales, no es aventurado afirmar que se trataba de un dinero destinado a las arcas públicas que se ha visto esfumado mediante proyectos diseñados para legitimar el mercantilismo hasta en la salud de los pobres. Todo con tal de que no lo puedan gestionar los Estados.
Por supuesto, el programa Sky fue aclamado en 2013 como ejemplo de emprendedor social por el Foro Económico Mundial, que le otorgó el premio Schwab. Posteriormente obtuvo otros importantes premios.
Con lo sencillo que es que un Estado social invirtiera en alcantarillado, educara en hábitos sanitarios, mejorara la alimentación, mandase profesionales al lugar para atender y tratar algo tan sencillo como diarreas e infecciones respiratorias. Pero eso es lo que hace Cuba, se llama socialismo, no requiere grandes tecnologías y necesita un Estado. Todo muy peligroso. Que sigan muriendo los niños indios, aunque haya dinero para gastar.