Sobre muy pocas personas podemos hacernos la pregunta de cómo hubiera sido el mundo si no hubieran existido. Una de ellas es Fidel Castro. Sin él, Cuba no hubiera vivido esa revolución que acabó con el prostíbulo sangriento en que los dictadores cubanos y el dinero estadounidense la habían convertido. Sin Fidel, el socialismo no hubiera sido una esperanza tangible en tantos hombres y mujeres de América, incluso cuando esa esperanza desapareció en Europa tras la caída de la URSS. Sin Fidel, y su inspiración a Hugo Chávez, América Latina no hubiera vivido esta última década de gobiernos progresistas que, por mucho que algunos se empeñen en criticar, han logrado recuperar la soberanía sobre los recursos naturales, aliviar la desigualdad social y garantizar el acceso a prestaciones sociales como educación o salud de los más pobres. Sin Fidel, millones de personas que sabían que otro mundo podía ser posible, porque lo veían cuando de verdad conocían Cuba, no lo hubieran imaginado.